Una mano, una luz, una garganta,
el peso del cuchillo sobre la piel,
el olor del aire cuando penetra
la habitación cerrada.
Un cuello de paloma,
una pequeña ansiedad
que juega a esconder el hecho
por el descenso de las sombras.
La misma mano, un reflejo,
otra vez la garganta,
un juego de niños simulado:
un trompo que yace abandonado
sobre el piso de losetas blancas...
Cordero de Dios
que quita los pecados del mundo.
Un rumor lejano, casi perenne,
tormentoso el reto que se amolda
al oscuro de la noche,
el cuchillo precioso, niquelado,
voces sin lengua ni labios,
la luz, un cuello, cinco dedos,
un impulso inesperado.
¡Ten piedad de nosotros!
Un filo de sangre depurado,
algo que no mata en el instante,
silencio gordo y sin efugio,
recuerdos alternando con la bruma,
como un beso gris puesto en unos labios
incrustados de saliva...
Un hueco delicadísimo, perfecto,
donde cabría el pétalo de una rosa
y una aguja de bordar pañuelos.
(Un plato de lentejas para acabar la acción
yace tirado en una mesa llena de moscas...)
Luz de un farol, desenlace: cataclismo.
El cuerpo sobre el piso destilando
los últimos instantes del suicidio.
Danos la paz
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Autor:
felix rizo (
Offline)
- Publicado: 4 de agosto de 2025 a las 13:01
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 11
- Usuarios favoritos de este poema: Roberto D. Yoro, Santiago Alboherna
Comentarios1
el suicidio es cobardía o valentía ?
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