felix rizo

SIMPLEZA BRUTAL

Una mano, una luz, una garganta,

el peso del cuchillo sobre la piel,

el olor del aire cuando penetra

la habitación cerrada.

 

Un cuello de paloma,

una pequeña ansiedad

que juega a esconder el hecho

por el descenso de las sombras.

 

La misma mano, un reflejo,

otra vez la garganta,

un juego de niños simulado:

un trompo que yace abandonado

sobre el piso de losetas blancas...

 

Cordero de Dios

que quita los pecados del mundo.

 

Un rumor lejano, casi perenne,

tormentoso el reto que se amolda

al oscuro de la noche,

el cuchillo precioso, niquelado,

voces sin lengua ni labios,

la luz, un cuello, cinco dedos,

un impulso inesperado.  

 

¡Ten piedad de nosotros!

 

Un filo de sangre depurado,

algo que no mata en el instante,

silencio gordo y sin efugio,

recuerdos alternando con la bruma,

como un beso gris puesto en unos labios

incrustados de saliva...

 

Un hueco delicadísimo, perfecto,

donde cabría el pétalo de una rosa

y una aguja de bordar pañuelos.

(Un plato de lentejas para acabar la acción

yace tirado en una mesa llena de moscas...)

Luz de un farol, desenlace: cataclismo.

El cuerpo sobre el piso destilando

los últimos instantes del suicidio.

 

Danos la paz