Descendí con mi armadura herrumbrosa,
cuerpo de acero, alma temblorosa,
con el pecho blindado… de razones,
y el miedo cosido entre oraciones.
Bajé por las grietas de la memoria,
donde los ecos devoran las victorias,
donde las sombras tienen voz y nombre
y no hay verdades que no me asombren.
Las tinieblas alzaron su estandarte,
me rasgaron la carne parte a parte;
yo, como guerrero forjado en el desvelo,
con mi espada templada, en propio duelo.
Luché sin saber lo que defendía,
sin saber si era de noche o de día;
golpe a golpe, lento me fui venciendo…
y al sangrar, me fui reconociendo.
De las grietas volví, casi sin rostro,
sin coraza, sin nombre, aquel agosto.
Pero un fuego distinto me envolvía:
ya no era furia… era sabiduría.
Ya no soy de acero ni de escudos,
solo piel que siente, bosque desnudo,
y en mis ojos, que antes fueron precipicio,
ahora vive un lobo, sin miedo al sacrificio.
Ahora vago sin prisas, sin frontera,
con la sombra a mi lado… compañera.
El lobo me habita, guía mi existencia,
me observa sereno, es mi conciencia.
Y si la noche oscura me ve cruzar,
aúlla conmigo sin preguntar,
pues sabe que fui a lo más profundo…
y regresé distinto… pero rotundo.
-
Autor:
Carmina ex ore lupi (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 2 de agosto de 2025 a las 23:14
- Comentario del autor sobre el poema: Inspiración Jungiana.
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 1
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.