Llegó de pronto, sin aviso,
la polvareda escondida,
con su capote castaño
de viento y arena vestida.
Besó los cerros,
golpeó los muros,
hirió los ojos del campo,
tapó la boca del día.
Se alzó el desierto con furia,
y caminó por las calles
ciego y polvoriento
como un gentil antiguo.
Quedó temblando el aire,
la luz de los faroles,
la terquedad de los hombres,
el silencio de los dioses.
Y cuando pasó su sombra,
quedó en los techos el polvo,
y en el alma de la gente,
la soledad y el asombro.
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Autor:
Gusechag (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 2 de agosto de 2025 a las 13:00
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 2
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