Llegó de pronto, sin aviso,
la polvareda escondida,
con su capote castaño
de viento y arena vestida.
Besó los cerros,
golpeó los muros,
hirió los ojos del campo,
tapó la boca del día.
Se alzó el desierto con furia,
y caminó por las calles
ciego y polvoriento
como un gentil antiguo.
Quedó temblando el aire,
la luz de los faroles,
la terquedad de los hombres,
el silencio de los dioses.
Y cuando pasó su sombra,
quedó en los techos el polvo,
y en el alma de la gente,
la soledad y el asombro.
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Autor:
Gusechag (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 2 de agosto de 2025 a las 13:00
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 16
- Usuarios favoritos de este poema: Mª Pilar Luna Calvo, rubén3k 🇲🇽, Salvador Santoyo Sánchez, Mauro Enrique Lopez Z., Llaneza
Comentarios2
Besó los cerros,
golpeó los muros,
hirió los ojos del campo,
tapó la boca del día.
Todo el poema es bueno.
Saludos poeta Gusechag
Gracias poeta. Un abrazo
Mis antepasados nacieron, vivieron, sobrevivieron y anduvieron en el tercer desierto más grande del planeta: El Sáhara. En ocasiones echo de menos esas tormentas de arena.
En mi país son muy raras.
Gracias por leerme poeta.
Un abrazo
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