Gustavo Echegaray

TORMENTA DE ARENA

Llegó de pronto, sin aviso,

la polvareda escondida,

con su capote castaño

de viento y arena vestida.

 

Besó los cerros,

golpeó los muros,

hirió los ojos del campo,

tapó la boca del día.

 

Se alzó el desierto con furia,

y caminó por las calles

ciego y polvoriento

como un gentil antiguo.

 

Quedó temblando el aire,

la luz de los faroles,

la terquedad de los hombres,

el silencio de los dioses.

 

Y cuando pasó su sombra,

quedó en los techos el polvo,

y en el alma de la gente,

la soledad y el  asombro.