A TITA LIZBETH

Luis de leon

 

Corría el dos mil uno,

un 31 de julio,

cuando el amanecer trajo consigo

el canto más dulce:

nacía Tita Lizbeth,

niña gordita y cachetona,

primer respiro de amor

para Doña Flora,

primer pedacito de cielo

para su madre Betty.

 

En la casa Félix Castillo

fuiste la luz primera,

la consentida,

la nieta que arrancó sonrisas,

la hija que trajo esperanza.

Creciste entre brazos que te mimaban,

entre juegos y risas,

con esos cachetitos hermosos

que nadie podía dejar de besar.

 

Vinieron Flora y Michel,

y aquellas primas fueron hermanas,

cómplices en travesuras,

subiendo al techo por muñecas escondidas,

retando las reglas de la abuela

por el simple placer de seguir soñando.

 

Pasaron los años,

la niña gordita floreció:

una adolescente hermosa,

con esos cachetes que seguían siendo su sello.

Consentida siempre,

protegida como la princesa que eras;

tanto, que si alguien osaba despertarte,

la abuela defendía tu sueño

como un tesoro intocable.

 

Y así, Tita, la niña,

se convirtió en mujer.

Hoy, con 24 años,

sigues siendo la flor más hermosa del jardín,

la mujer de carácter fuerte,

la que no se deja,

la que guarda en su sonrisa

un lunar que hechiza,

el mismo que me tiene loco

desde el día que te vi.

 

Gracias por existir, Lizbeth,

por tu ternura,

por tu belleza que el tiempo no ha cambiado,

por regalarme dos princesas:

Génesis y Sofía,

que llevan en sus ojos

el reflejo de su madre.

 

Hoy sé de ti más que nunca,

de aquella niña que se dormía

al arrullo de palomas cucú,

y me nace cantarte,

para recordarte

que para mí siempre serás perfecta:

mi mujer maravillosa,

mi encanto,

mi amor.

 

Feliz cumpleaños, Lizbeth,

que la vida te siga  

son mi locura eterna.

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