Charcos de escarcha pequeños de una calle humilde y algún perro solitario

Cyprian Rivera

  Los charcos,

como espejos rotos del amanecer,

reposan helados en la calle sin nombre,

donde las baldosas tiemblan de frío

y el silencio se arrastra con pasos descalzos.

 Una escarcha leve borda los bordes,

como si la noche hubiera bordado

con hilo blanco los sueños del suelo.

 Un perro, flaco y sin prisa,

camina entre los charcos

como si buscara una ausencia.

 Su aliento se pierde en la bruma

y sus patas dejan huellas que nadie sigue.

 Hay dignidad en la quietud,

en el frío que no pide nada,

en el lomo que resiste el invierno

sin dueño y sin palabra.

 Y el mundo —tan lejano allá afuera— no ve esta calle humilde,

ni sus charcos breves, ni este perro que,

sin saberlo, guarda la memoria del barrio.

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Comentarios +

Comentarios1

  • LOURDES TARRATS

    Estimado poeta Cyprian,
    Con imágenes delicadas y precisas, logras transformar una calle anónima y fría en un escenario íntimo, lleno de humanidad silenciosa.
    El perro, los charcos, la escarcha… cada elemento es símbolo de algo mayor: la ausencia, la resistencia, la memoria callada de lo que fue.
    Hay en tus versos una mirada compasiva, que no dramatiza ni exagera, sino que honra la quietud, la dignidad de lo simple, y el paso del tiempo en los márgenes.
    Gracias por esta escena tan vívida y poética.
    Me quedo con la frase “hay dignidad en la quietud”, como una verdad suave pero poderosa.
    Un cálido saludo,
    Lourdes

    —Hay belleza en lo que el mundo ignora, y que incluso en los rincones más fríos, sobrevive la poesía.



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