- Lo más rico para el final.
— decía mi madre,
cuando éramos chiquitos —
y la idea se me quedó.
- Lo más rico para el final.
— le habrá dicho mi abuela,
a mi madre cuando era chica —
y la idea quedó con ella.
A sus sesenta y tantos
sigue sumergiendo el pan
en la yema del huevo,
lo amarillo para el final.
Quizás por eso
es que de grandes
nos dejamos para lo último
y sentimos que está bien así:
Que así es como debe ser,
que lo más rico para el final,
que se empieza
por lo más desabrido
Que primero
nos ocupamos de los demás,
los servicios de gas
y las deudas a pagar.
Antes están los viajes,
la familia, los amigos,
el vecino, la mascota
y la fotito de la Red Social.
Pero para cuando nos toca
ya llegamos cansados,
sin ganas o desmotivados,
fríos y sin sabor.
Porque el riesgo de dejar
lo más importante para el final
es que nos agarre ya sin hambre.
Sin hambre de glorias, y de merecer más.
O quizás,
les pudo ocurrir una vez,
que alguien que empezó por sí mismo
los devoró al pasar.
-
Autor:
Mati, Matu, Matute (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 23 de julio de 2025 a las 17:45
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 15
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez, Mauro Enrique Lopez Z., Scarlett-Oru, Alberto Escobar
Comentarios1
Me gustó mucho la reflexión, Mati, pero al final dices que quien empezó por sí mismo los deboró al final ¿con "los" a qué te refieres? Un abrazo y felicidades.
Alberto, muy buenas tardes. Muchas gracias por comentar y la pregunta.
Ese "los" refiere a que si alguien inicia priorizándose a sí mismo, sin "dejarse para el final" siempre, será alguien que podría deborarnos a nosotros si siempre hacemos aquella mecánica de "dejarnos para el final a nosotros mismos".
Se trata de saber encontrar ese equilibrio: A veces ponernos en primer lugar, y entender que en ocasiones, quizás, es mejor esperar a un lado.
Espero sirva la aclaración. Muchas gracias!
Quieres decir, entiendo, que si siempre nos dejamos para el final seguramente la vida nos pondrá en frente a un contrario para que aprendamos que debemos buscar el equilibrio —entenderemos que si somos egocéntricos podemos arrasar al prójimo y que nos arrasen en caso contrario—.
Correcto. Pero no necesariamente existirá esa presencia de un "otro" como tal, sino que podría manifestarse como "la vida misma". Nosotros contra nosotros mismos, esa es la verdadera dualidad, esa es la batalla más difícil. Entender que, a la larga, los demás no nos dañan si no lo permitimos, y viceversa. Somos, al final, ambas caras de la misma moneda.
Nada significa nada por sí mismo. El significado se lo damos nosotros. Escuché a una chica que sabe de esto, Covadonga Pérez-Lozana, que metafísicamente no existe el otro, que el otro es como un espejo donde nos miramos, nada más, y esa es la función que tiene, y así conocernos, que es nuestra misión en la vida.
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