Vos sabés cómo es esto,
solo que a veces
es más fácil hacernos distraídos.
Es que, para este armario de penas
y estas hebras rotas,
los espejos de nuestros ojos
bastan
para reconocernos.
Unas veces nos delata la mirada,
esa que trae marcadas
huellas de angustia
sobre la superficie tibia
y empañada;
y otras, puede que sea ese olor
a melancolía:
olor a lluvia de invierno
y un pedacito de sol
que apenas acompaña.
Y sí,
en la niebla siempre nos golpea el frío,
y buscás refugio
a medio paso,
a medias palabras.
Al final de todo,
uno está aquí,
no para quitarte esa pena congelada,
sino para dejar que esta tristeza,
al ser de a dos,
algo se nos condense
y algo se nos escurra.
Y es curioso,
porque esa gota que se forma,
esa que titubea y se desliza,
va dejando un surco
limpio y transparente.
Suficiente para ver nuestros ojos
reconociéndonos
entre ese pasadizo labrado.
Y eso, es lo que nos queda:
algo que se parece más
a una esperanza,
que aquello
que llaman amor.
-
Autor:
Carlos Baldelomar (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 19 de julio de 2025 a las 12:37
- CategorÃa: Amor
- Lecturas: 19
- Usuarios favoritos de este poema: -Marcelomar-, Mauro Enrique Lopez Z., Polvora, alicia perez hernandez, Carlos Baldelomar
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. RegÃstrate aquà o si ya estás registrad@, logueate aquÃ.