En la penumbra vieja de su estancia,
la dama habló al cuervo sin razón,
vestida de luto y con elegancia,
clamó al silencio con su maldición.
“¿Has visto a mi amor más allá del muro?”
dijo al cuervo de alas como el carbón.
Él graznó un "nunca" frío y oscuro,
con la voz del eco y la negación.
Sus ojos de abismo, de sabio tormento,
clavaban verdades sin redención,
y el cuervo, en su trono de polvo y lamento,
traía en las garras la desolación.
Ella rió bajo un llanto secreto,
acarició su sombra y su dolor,
porque el cuervo no era su amuleto,
sino el alma muerta de su amor.
“¿Vienes por mí o por su recuerdo?”
susurró la dama sin respirar.
El cuervo inclinó su pico funesto,
y el aire tembló como al confesar.
“Él prometió volver con la aurora,”
dijo la dama de negro mirar,
“pero su tumba no tiene demora
y el viento no sabe regresar.”
“¿Lo viste cruzar la noche sombría?”
preguntó la mujer con su voz quebrada,
“llevaba promesas y melancolía,
y un beso de sangre bajo su mirada.”
El cuervo graznó con tono severo,
“los que se van no suelen volver,
sus nombres se hunden en humo sincero,
y su eco es un canto por desaparecer.”
Entonces lloró sin lágrima alguna,
sus dedos de sombra temblaron sin fe,
mientras el cuervo y la noche oportuna
le susurraban: “Jamás… ya no fue.”
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Autor:
Miguel Ángel Peñafiel Miranda (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 15 de julio de 2025 a las 00:30
- Categoría: Humor
- Lecturas: 6
- Usuarios favoritos de este poema: William26🫶, Roberto D. Yoro, alicia perez hernandez
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