México Tenochtitlan

I
No encontré sosiego hasta pisar sus calles antiguas de un bello pasado,
ciudad donde conviven tres historias que laten en secreto.
Las piedras me contaron lo que guardan, tiempo indiscreto;
el viento me susurra lo que duerme bajo su cuidado.

II
Le llaman Ciudad de los Palacios, que esconde tiempos añejos.
Sor Juana, entre conventos y ventanas, aún escribe sus sonetos;
las plazas, con rumores, me devuelven ecos incompletos,
y el Zócalo respira entre los muros de barroco grabados.

III
En el Templo Mayor sentí la voz de dioses que aún nos rondan.
Coatlicue levanta su figura de piedra, oscura y temida;
Huitzilopochtli ruge como sol que no olvida heridas,
bajo la tierra laten corazones, ¡que nunca se escondan!

IV
Anduve por pasillos subterráneos, silencio que responde,
bajo casas virreinales, ruinas mexicas guardan sus huesos.
La catedral gigante se alza firme, custodiando restos,
y la historia se derrama por las grietas, no se esconde.

V
Sus muros, respirando siglos rotos, me contaron batallas,
de grietas brota un México profundo que insiste y persiste;
un viento milenario entre mis manos, su espíritu embiste,
y un polvo con memoria se levanta entre pasos y vallas.

VI
Subí Chapultepec y entre sus árboles sentí leyendas,
vi el castillo solitario mirando la ciudad encendida.
Juan Escutia, envuelto en su bandera, en caída rendida,
me habló de su coraje, su dolor y esperanza que aún ofrenda.

VII
Recorrí museos que narran victorias y derrotas,
y Reforma, con sus torres, hacia un futuro imponente;
la ciudad me mostraba su pasado mezclado en su gente,
cada calle me hablaba de raíces, de heridas remotas.

VIII
Tenochtitlan aún respira bajo el asfalto que esconde sus latidos,
y su lago, ya sepulto, guarda lunas que tiemblan dormidas.
El aroma a flor, cacao y humo antiguo en las piedras aún se anida;
su raíz se extiende por el tiempo, invencible ante los siglos.