Un soneto...

oyiramak

Un soneto me pide mi adorada,
y apenas lo comienzo, ya me enredo;
buscando la palabra, me concedo
licencia de rimar casi a la nada.

El alba me susurra su balada,
la niebla me rodea con su miedo;
y en cada consonante que concedo
florece una metáfora callada.

Ya entro en el tercetillo vacilante,
temblando con mi pluma mal dispuesta,
y busco en mi silencio algún semblante,

que calme mi osadía tan funesta;
perdona esta pasión tan delirante,
mi verso es torpe y mi fe es honesta.

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