Mis días, ¿no ves?, se rinden a tu noche,
un susurro impúdico en la penumbra.
En tus ojos, el fuego de mi derroche,
mi antojo se desnuda, ya no se asombra
del vértigo que tu roce me robó.
¡Qué risa, esta que quiebra mi cordura!
Quizás la dicha en tus rizos anidó,
dulce condena, exquisita locura.
Siento tu cerca, y la palabra muere,
se ahoga en la garganta, inútil, cobarde.
¿Cómo nombrar la sed que nos hiere,
si la verdad es un fuego que arde?
Y así, en el silencio de cada beso lento,
tu alma escudriñaré, sin prisa, devorando cada aliento.
Hasta que tu esencia, en un gemido lánguido,
se rinda a este amor, voraz e insaciable, casi un acento
de placer. Como lluvia tibia, tus besos en mi piel,
dibujan senderos que mis dedos quieren seguir.
Mis manos, en las tuyas, un tacto infiel,
un pacto sin palabras, que nos hace sucumbir.
Por la silueta ardiente de tu espalda,
deslizaré mi amor, lenta provocación.
Qué irónico es, amar con tal templanza,
cuando el deseo aúlla en cada pulsación.
Hasta sentir que en ti me desdibujo, sin freno,
que somos uno, en el cuerpo que se entrega.
En el beso que enciende el diluvio ameno,
donde la pasión es caricia y hoguera.
Y es en esta rendición, este entregarse a ciegas,
donde la vida misma se detiene, se dilata un instante.
Para luego renacer, en tiernas refriegas,
en el eco sacrílego de este amor fascinante.
Así te ofrezco el alma, sin pudor, sin disfraz,
en cada verso que mi ser te desea y te implora.
Qué extraño es que la paz se encuentre en la voraz
pasión que devora y, a la vez, nos enamora.
JTA.
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Autor:
jtaltuve (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 22 de junio de 2025 a las 00:49
- Comentario del autor sobre el poema: Lo Que Susurró Mi Alma al Crear este poema Queridos lectores, me preguntan qué me impulsó a volcar el alma en estos versos. No fue simplemente la calidez de unos ojos café lo que encendió la llama, no. Fue algo más profundo, algo que va más allá de lo evidente. Lo que realmente me atrapó, lo que se clavó en mi ser y germinó en cada palabra de este poema, fue esa sonrisa suya. No una sonrisa cualquiera, sino esa que desarma, que guarda secretos y promesas, que, sin pronunciar una sílaba, lo dice todo. Una sonrisa que es un abismo y un refugio a la vez. Y sus rizos… ah, sus rizos. No fue solo la forma perfecta de sus bucles. Fue esa cabellera despeinada que, paradójicamente, encontré en perfecto orden, como si cada onda tuviera su propio universo, un patrón infinito de caos y belleza. En ese aparente desorden residía la armonía, una verdad que solo el corazón puede entender. Fue esa esencia, la que se esconde en los detalles menos obvios, la que me susurró este poema. Es la belleza que no se ciñe a las normas, la que te atrapa sin que lo esperes, la que te invita a perderte en ella. Y así, entre sonrisas y cabellos desordenados, nació la pasión que ahora comparto con ustedes. JTA.
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 2
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