A la sombra de un campanil bendito,
dos cuervos blancos grajean al viento
la balada de un engaño maldito.
Promesas vanas, gozos de un momento,
fueron el lazo que urdió el mal fatal,
de aquellos roces vueltos en tormento.
Los llantos se fueron sin el fanal
del sol que, oculto tras las mudas nieblas,
negó su amparo al corazón leal.
Llega una luna alba que llora y tiembla
la pena de un ayer que ya regresa
en esta noche cerrada en tinieblas.
Mi despecho en el vacío se expresa
cual fuego fatuo que jamás se apaga,
entre sueños perdidos de sorpresa.
El fuego de amor es herida y llaga
que, en vez de ardor trae un frío de muerte,
un dolor que en mis adentros amaga.
Quise tenerte y no pude tenerte,
en mi fantasía necia y pagana,
condenado a la pena de perderte.
Bajo el hechizo de una voz anciana,
mis reproches resuenan en la bruma,
por sus besos mezquinos de villana.
Tu recuerdo odioso mueve mi pluma,
de verbos hoscos y ciegos enredos,
de una traición que aún dolor rezuma.
Las noches son largas, llenas de miedos,
que ocultan un rayo de luz perdida
que se escapa como agua entre los dedos.
Este amor fatal, devoción herida,
yace en la noche de tu imagen bella,
tras una faz de lágrima fingida.
Voy vagando bajo una negra estrella,
cielos de ébano de ciego horizonte,
mientras mis pasos se apartan de tu huella.
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Autor:
Salva Carrion (
Offline)
- Publicado: 17 de junio de 2025 a las 12:12
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 3
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez, Mauro Enrique Lopez Z.
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