Una flor se yergue
con la dignidad
de quien no pide permiso.
No hay jardín,
ni sombra,
ni voz que la nombre.
Solo piedras, cables,
y un cielo que quema
como injusticia antigua.
Pocos la miran,
nadie la riega,
nadie la espera.
Pero ahí está:
como un susurro etéreo
como un milagro sin remanso.
¿Será que Dios pasea por estas calles
vestido de lirio?
Porque esta flor —
mínima,
sagrada,
anónima—
no le debe su belleza al mundo.
Se hizo sola.
Algo tiene que decirnos un lirio
en medio del desierto.
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Autor:
Astronauta (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 4 de junio de 2025 a las 23:03
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 10
- Usuarios favoritos de este poema: Antonio Miguel Reyes
Comentarios1
Buenas letras, amigo.
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