Don Inés: "El Mariachi Solitario"

José de Jesús Camacho Medina

Con su sombrero bien puesto, su traje bordado con historia y el alma en la voz, Don Inés se instala por las principales calles de Fresnillo como un recuerdo vivo de la tradición. No necesita escenario: la banqueta es su tarima, el viento su coro y el pueblo, su eterno público.
A cambio de unas cuantas monedas —más por respeto que por caridad— entona boleros, rancheras y canciones que viven en la memoria de quienes lo escuchan.
Es más que un músico: es un símbolo. Un testigo del paso del tiempo, un guardián de la cultura popular que no se rinde, que sigue cantando aunque la ciudad corra y olvide.
Vestido de mariachi, con el traje un poco desgastado por el tiempo, pero lleno de dignidad, camina sin prisa, porque su ritmo no es el de los relojes, sino el del corazón.
Canta por amor, no por fama. Canta para no olvidar, para que nosotros no olvidemos.
Cada moneda que la gente le da no es limosna, es un aplauso, es gratitud…
porque con cada nota, Don Inés nos recuerda quiénes somos.
Lo ves venir desde lejos: sombrero ancho, traje bordado con hilos de tiempo, violín o guitarra abrazado al pecho como si fuera parte de su cuerpo.
Camina lento, pero cada paso suyo lleva la dignidad de los que nunca se rinden.
No necesita escenario. Su templo es la calle, su altar es la gente, su ofrenda… una canción.
Don Inés no canta por dinero.
Canta por memoria.
Por los amores que se fueron, por las promesas que se rompieron, por las abuelas que ya no están, por los niños que hoy ya no saben quién fue Pedro Infante.
Canta para que no se apague el fuego de nuestras raíces.
Saluda y dice adiós a quienes lo miran.
Cuando su voz tiembla al final de un verso, no es por la edad… es por la emoción.
Porque en cada nota pone pedazos de su vida. Porque en cada canción deja un poco de sí mismo.
Y cuando termina, no pide nada. Solo baja la mirada, sonríe leve…
Don Inés es más que un mariachi.
Es un testimonio viviente.
Un susurro del pasado que resiste al olvido.
Una lágrima cantada que, si te detienes a escuchar… te eriza la piel.
Cuando lo veas pasar, detente. Escúchalo.
Tal vez ese día te regale una canción que te haga llorar…
o que te salve el alma.

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Comentarios +

Comentarios1

  • Una voz

    Otra anécdota digna de ser contada de el gran Fresnillo. Excelente poema que con un canto arquetípico condensa un símbolo cultural perdurable, un llamado a no olvidarlo jamás, una cultura que merece ser sostenida en el tiempo.

    Dios te bendiga.



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