Te guardaré en mis silencios...
Aquí desde lo alto.
Arañando un pedacito de cielo.
-Solitarios pero sin abandono-
Nos asomamos como polluelos
desde un nido de vigas y concreto.
Pescando las ansias ocultas,
esas que nadan
en las aguas turbias de la conciencia
y descubriendo que las memorias
son más que memorias
con nuestros pasos
mirándose de frente.
-Vemos la ciudad desnudarse-
más estrellada y viva que el cielo nocturno.
Sus constelaciones
transitando
calles y avenidas de todos sus barrios,
trozos de nebulosas desencajadas
navegando
en sus ríos tristes de agua fría.
-Apresurados-
por descubrirnos,
prestamos
las manecillas
a ese reloj
que pacientemente nos espera
nos contempla.
Sin prisa, sin juicios
y sin ningún reproche.
Comenzamos a bordar a mano
pequeñas puntadas
sobre nuestra piel,
tatuajes que el alma guarda,
y que el tiempo no oxida
ni abandona.
Nuestras almas
se derriten,
como dos cubitos de hielo
en una misma copa.
A ratos,
sos vos mi suspiro;
de pronto,
soy yo tu sombra;
y en otras tantas veces,
somos nosotros
un solo mar,
sin islas y sin costas.
La ciudad deja de ser nuestra
y nos abandona con
algo más que las memorias,
Nos quedarán las astillas,
clavadas en calendarios vacíos.
Los suspiros en la cornisa,
las risas sobre la mesa,
nuestra piel viviendo
bajo las uñas.
Nosotros incubando un amor,
que se consume
en las brasas de una espera.
Ahí quedamos, y ahí nos llevamos
un poco de recuerdo, un trocito de nosotros,
Ahí como injertos en un árbol
que crecen y florecen
en distintas estaciones.
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Autor:
Carlos Baldelomar (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 20 de mayo de 2025 a las 15:56
- Categoría: Amor
- Lecturas: 9
- Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z., alicia perez hernandez, Carlos Baldelomar, Quien dices que soy
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