Carlos Baldelomar

NIDO URBANO

Aquí arriba,

-Solitarios pero sin abandono-

Nos asomamos como polluelos

desde un nido de vigas y concreto.

 

Pescando las ansias ocultas,

y descubriendo, que las memorias,

son mucho más que memorias 

cuando nuestros pasos

se miran de frente.

 

-Vemos la ciudad desnudarse-

más estrellada y viva que el cielo nocturno.

Sus constelaciones

transitando 

calles y avenidas de todos sus barrios,

trozos de nebulosas desencajadas

navegando

en sus ríos tristes de agua fría.

 

-Apresurados-

por descubrirnos,

prestamos 

las manecillas 

a ese reloj

que pacientemente nos aguarda.

-sin prisa y sin juzgarnos-

 

Bordamos a mano

los recuerdos sobre la piel,

tatuajes que el alma guarda,

y que el tiempo no oxida

ni abandona.

 

Nuestras almas

se derriten,

como dos cubitos de hielo

en una misma copa.

 

A ratos,

sos vos mi suspiro;

de pronto,

soy yo tu sombra;

y en otras tantas veces,

somos nosotros

un solo mar,

sin islas y sin costas.

 

La ciudad deja de ser nuestra

y nos abandona con 

algo más que las memorias.

Nos quedarán las astillas,

clavadas en calendarios vacíos.

Los suspiros en la cornisa,

las risas sobre la mesa,

nuestra piel viviendo 

bajo las uñas.

Incubando un amor,

que se consume

en las brasas de una espera.

 

Ahí quedamos, y ahí nos llevamos

un poco de recuerdo, un trocito de nosotros,

ahí como injertos que crecen

y florecen en distintas estaciones.