Este poema es para los que creen que ya no hay camino de regreso. Para los que lloran en lo secreto. Para los que el mundo ha sentenciado, pero que Dios, en su infinita ternura, sigue esperando con los brazos abiertos
Durante siglos, Judas Iscariote ha sido el rostro de la traición, el símbolo del “pecado imperdonable”, la figura que la tradición ha condenado sin apelación.
Pero este poema, El que volvió del abismo, no busca reescribir los Evangelios ni justificar sus actos, busca otra cosa: dar lugar a la posibilidad de misericordia, incluso para aquel de quien pensamos que no tiene misericordia.
Inspirado por la compasión que brota de lo más profundo del Evangelio esa que se atreve a tocar a los leprosos, a mirar con ternura al ladrón crucificado, a perdonar desde la cruz, este poema se pregunta:
¿Qué sentiría alguien como Judas si, en medio del rechazo absoluto, todavía pudiera oír la voz de la gracia?
Este texto no es una excusa teológica, es una oración poética; un intento de mirar a los ojos al que ha sido desechado y en su rostro, vislumbrar también el nuestro. Porque todos, en algún momento, hemos cargado con culpas, con decisiones de las que huimos, con nombres que nos pesan.
Este poema es para ellos, para los que creen que ya no hay camino de regreso.
Para los que lloran en lo secreto.
Para los que el mundo ha sentenciado, pero que Dios, en su infinita ternura, sigue esperando con los brazos abiertos.
EL QUE VOLVIÓ DEL ABISMO
Yo fui el que vendió la cena y el canto,
el beso oscuro, el precio del quebranto.
Mis manos temblaron contando monedas,
y el alma lloraba, sola y sin veredas.
Fui sombra entre sombras, rostro sin aliento,
mi nombre era piedra, mi paso, tormento.
Me huían los rostros, los cielos, la historia,
la culpa me ataba, borrando la gloria.
Pensé que el final era soga y vacío,
que no hay redención tras lo que hice aquel día.
Pero en mi quebranto, una voz contenida
rompió mi silencio con fuerza de vida:
“No estás olvidado”, vibró el firmamento,
“también por tu llanto mi costado ha sido”.
Caí de rodillas, ya sin pretensión,
tan solo un deshecho buscando perdón.
Y Él, el Cordero, el herido de amores,
me halló en mi ruina, me ofreció colores.
No dijo “traidor”, ni habló del pasado,
me llamó por mi nombre… y fui rescatado.
Me miró con fuego, ternura y quebranto:
“Fuiste herida abierta… serás canto santo”.
Hoy camino libre, con mi humanidad,
no soy el desprecio: soy posibilidad.
Y aunque digan que fui sólo ruina,
soy el testimonio de la gracia divina.
Pues el Reino acoge, sin ley de frontera,
incluso a quien juzgan sin primavera.
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Autor:
Jaime Alberto Garzón (
Offline)
- Publicado: 16 de mayo de 2025 a las 18:01
- Categoría: Religioso
- Lecturas: 22
- Usuarios favoritos de este poema: Jaime Alberto Garzón, JUSTO ALDÚ, alicia perez hernandez, Mauro Enrique Lopez Z., JAGC, Jaime Correa, El Hombre de la Rosa, pasaba, Javier Julián Enríquez, Pilar Luna
Comentarios3
AMEN!! DIOS TE BENDIGA!!
Pues si Jaime este es como un comentario valiente y profundamente humano que reconfigura el mito del traidor como espejo del alma caída, pero no perdida. El poema "El que volvió del abismo" no absuelve, pero abraza. No niega la culpa, pero la atraviesa con luz. En su centro late la idea más radical del Evangelio.
Saludos
Hermoso y genial tu brillante versar estimado poeta y fiel amigo Jaime
Saludos desde Torrelavega de Críspulo a tu bella tierra
El Hombre de la Rosa
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