Diario de un amor II

Gonzalo de Winter Soto

Una vez había una persona,

amable y que perdona,

suave como seda,

lista como la marea

y de sabiduría rellena.

 

Una sensación que emociona,

y que, a su vez, te traiciona,

como una joven corona

que, con la edad, te abandona.

Yo tengo una nueva tarea,

que es hacer lo que acarrea

tener un amor sin respuesta.

 

Tengo ahora una nueva misión:

ayudarla a ella en su intención,

apoyarla en todo lo que pueda

y hacerla disfrutar de cada puesta.

Porque, al igual que el sol,

ella me ilumina en cada acción,

ya que es mi única motivación.

Mi último deseo es que ella

se acerque a mí porque lo desea,

no por obligación ni por buena gesta.

 

Recomiendo, entonces,

a los maravillosos lectores,

que se apresuren en su idea,

porque, cuanto más tarden,

más cuesta devolverla

 O acercarse a la gran reina.

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