Una vez había una persona,
amable y que perdona,
suave como seda,
lista como la marea
y de sabiduría rellena.
Una sensación que emociona,
y que, a su vez, te traiciona,
como una joven corona
que, con la edad, te abandona.
Yo tengo una nueva tarea,
que es hacer lo que acarrea
tener un amor sin respuesta.
Tengo ahora una nueva misión:
ayudarla a ella en su intención,
apoyarla en todo lo que pueda
y hacerla disfrutar de cada puesta.
Porque, al igual que el sol,
ella me ilumina en cada acción,
ya que es mi única motivación.
Mi último deseo es que ella
se acerque a mí porque lo desea,
no por obligación ni por buena gesta.
Recomiendo, entonces,
a los maravillosos lectores,
que se apresuren en su idea,
porque, cuanto más tarden,
más cuesta devolverla
O acercarse a la gran reina.