GEOGRAFÍA

Irmaelvira Tamez

 

Le pedí que no se quedara,

le advertí que mi vida estaba marcada por el destino;

que si bebía sus besos no le dejaría marcharse,

pero no me escuchó.

Me sentí culpable de tenerle cautivo,

de acunarlo entre mis brazos,

de arroparle las ganas.

Y entonces abrí las ventanas y las puertas

señalé la ruta que mis ojos

en la luz de una mirada trazaron para él.

Pero se abrazó a mi talle, me besó incesante,

me cubrió el cuerpo de caricias,

dibujó nuestro destino con sus manos

en mi figura una y otra vez.

Desde entonces, mi cuerpo es su geografía.

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