Mi prioridad en este momento, es escribir una novela. Gracias por leer. Saludos.
Desperté nauseabundo. Encendí la luz de la portátil y, con los ojos entreabiertos, la vi desnuda a mi lado, tumbada como una botella vacía. Le di mis sábanas y abrí las cortinas; la luz del sol entró como una bala. Despertó con el ceño fruncido, preguntó la hora con voz de sueño y se percató de que había dejado su reloj junto a la portátil: eran las diez.
Se levantó y fue al baño. Había papel higiénico en el suelo, y la luz parpadeaba. Dejó la puerta abierta mientras intentaba seguir durmiendo, sentada en el retrete. Abrió la ducha y regulaba la temperatura del agua poniendo la mano, aunque, en estos lugares económicos, el agua es más fría que caliente. Se puso a cantar; aunque no se entendía bien, su voz era dulce.
Regresó y, aún estando mojada, me miraba a los ojos y sonreía mientras secaba su cuerpo con una toalla que parecía tener pelos.
Me senté en una silla que estaba en un rincón del cuarto, al lado de la ventana, y encendí un cigarrillo que encontré tirado en el suelo. Ella se vistió, abrió su cartera, guardó sus pertenencias con cierta prisa y dijo: «Me voy».
Me quedé solo con mis ideas, jugando con el humo del cigarro y sus formas imposibles. Me vestí y traté de ordenar el cuarto, que parecía una jaula de zoológico. Fui al baño, me miré en el espejo y me vi: el rostro de un tipo que ya no espera nada, ni siquiera otra noche como esa. Ya no quedaba nada de ella: ni un olor, ni una prenda de ropa, ni un cigarro. De mí solo quedaba la billetera. Cuando la abrí, ya no tenía dinero. Por fin algo en común: los dos nos fuimos con lo que no era nuestro.
—Felicio Flores.
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Autor:
Felicio Flores (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 9 de mayo de 2025 a las 20:36
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 10
- Usuarios favoritos de este poema: ElidethAbreu, Scarlett-Oru, El Hombre de la Rosa, nachosol
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