Siempre serás esa meliflua voz en mis oídos, que no me dejaba sollozar.
Fue tu regazo el lugar propicio de descanso, amor en libertad.
De ti jamás tendré una queja; a tu lado se sentía una densa paz.
Eras remanso de mis penas y motivo continuo para luchar.
Me dejaste tan temprano, y por mucho tiempo no me pude reparar.
Pero en tu amor encontré siempre el refugio, y tu abrazo maternal.
He aprendido a sentirte y a soñarte, a cerrar los ojos y a esperar
que la calma de la noche serena me regale brisa fresca…
Que se sienta tu presencia, que me abraces con ternura espiritual.
Que el eco traiga el sonido de tu suave voz a mi cabeza, y pueda sentir nuevamente esa paz que solo tú me podías dar.
Ha sido un camino largo y pedregoso para volver a sonreír y sentir la libertad.
Te amo, madre, hasta que un día muera, y, si sí hay más,
si te encuentro en ese jardín celestial donde reposan las almas,
¡Nunca más te voy a soltar!
-
Autor:
Erika Castillo (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 9 de mayo de 2025 a las 05:28
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 8
- Usuarios favoritos de este poema: JUSTO ALDÚ, nachosol, EmilianoDR, Poesía Herética, ANGHELUZ.
Comentarios2
La madre es lo más grande que se tiene.
Saludos
Así es... Saludos
Gracias Erika y tu madre te sigue abrazando desde otro lugar.
Saludos y gracias por este sentido poema.
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.