Nos bebíamos cual sedientos peregrinos que cruzan el desierto,
nuestras pieles se doraban bajo el sol y con la luna
-con tanto calor-.
Nos mirábamos, ¡ah sí, cuánto nos mirábamos!
Las caricias sin manos
-tan sólo con los ojos, con el pensamiento-
hacían de nuestros momentos
instantes callados de letargo y de pasión
posible lo imposible,
poseerte sin tocarte,
beberte en un solo trago y luego, luego saborearte.
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Autor:
Viajera Sin Rumbo (Seudónimo) (
Online)
- Publicado: 2 de mayo de 2025 a las 22:19
- Categoría: Amor
- Lecturas: 1
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