El tiempo es lo más lindo que hay, y ni siquiera existe.
Es tan relativo que lo ignoramos,
no nos damos cuenta de lo hermoso que es,
ni de lo efímero que resulta…
hasta que se detiene.
Como en tu primer beso.
Como en un accidente aparatoso.
Como cuando tu equipo ganó el título soñado
con el último penal de la tanda cobrado de Panenka.
Como cuando el resultado te compensa el esfuerzo.
Tan lindo es dedicar tiempo a algo que se ama,
sin saber si el futuro será gentil
cuando se haga presente.
Tan lindo es disfrutar el tiempo por algo que se ama,
ignorando la proximidad del fin
que vuelve el ahora en recuerdo.
Más lindo aún es haber tenido compañía en el viaje,
personas que ayudaron, a hacer las maletas,
y a planear el destino.
Con quienes se planteó el reto,
de elevar el pueblo al cielo,
la oscuridad de una mina,
a la luz y altura de una tarima.
Tan lindo fue sentir, una vez más,
cómo el tiempo se detiene…
Al darte cuenta de que el sudor y el descanso,
la alegría y el dolor,
la energía y el cansancio
—que hoy son recuerdos—
fueron resaltados,
cuando se hizo presente
con gentileza lo incierto.
Tan gentil, que me dejó disfrutar
un poco más, aquel momento,
deteniendo el tiempo.
-
Autor:
Gonzalo Gomez Guzman (
Offline)
- Publicado: 26 de abril de 2025 a las 02:58
- Comentario del autor sobre el poema: Este poema fue escrito dos días después del concurso nacional de danza folclórica universitaria en Medellín, cuando ya estaba sobrio del éxtasis del momento, en la serenidad de mi casa. Es un homenaje al tiempo, al cual siempre le he debido mil emociones. En esta ocasión, le debo agradecimiento. El camino hasta ese escenario fue largo. Primero, tuvimos que presentarnos en Ibagué, capital musical de Colombia, para una eliminatoria regional. Fueron meses de preparación: ensayos, trabajo de campo, ensamble con los músicos, manualidades, investigación... Clasificamos al nacional con el segundo puesto, aunque merecíamos el primero. Solo nos castigó la entrega tardía del informe. Los seis meses siguientes fueron más intensos. Mi vida personal se volvió un torbellino. El trabajo, el estudio, los problemas en casa, y la danza, que antes era un refugio, empezó a consumirme. Dormía poco, comía menos, los vicios aumentaban. Pero no podía dejar caer nada. Mantuve el ritmo, aunque me desgastara. Cuando llegó el viaje a Medellín, todo se agudizó. El grupo ya no era el mismo. Entraron nuevos, sin ese hambre de victoria. Yo tampoco quería liderar más. Solo quería terminar lo que empecé. Hasta que, la noche antes de la presentación, en el último ensayo —desastroso a mi parecer— hablé con un compañero que había estado desde el inicio. En su voz, todavía vivía la ilusión. Eso me tocó. Me hizo sentir culpa y esperanza. Al día siguiente, ya no importaba ganar. Solo quería dar lo mejor. Cuando subimos a tarima, gritamos nuestra salida. El público respondió con entusiasmo. Empezó el tambor, luego el requinto, y nuestros pies arrancaron en sincronía. Ahí, por primera vez, sentí nervios. Se me olvidó la coreografía… hasta que gritaron el cambio. Entonces todo encajó. No escuchaba la música: la sentía. En escena no se puede llevar reloj, pero si lo hubiera tenido, no habría visto moverse las manecillas. Porque estoy seguro: el tiempo se detuvo. Se apiadó de mí. Me regaló un momento de calma, de vida, donde todo lo que había dolido se condensó en una sola emoción. Y cuando terminó la música, y el aplauso sincero nos despertó… el tiempo volvió a andar.
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 9
- Usuarios favoritos de este poema: JAGC, pasaba, Antonio Miguel Reyes, EmilianoDR
Comentarios1
Tan lindo fue sentir, una vez más,
cómo el tiempo se detiene.
Que bonito recuerdo poeta Gonzalo.
Gracias por sus letras
Gracias por tus palabras Emiliano.
Es con todo el gusto
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.