Gonzalo Gomez Guzman

Crónica del tiempo relativo y su belleza egoista

El tiempo es lo más lindo que hay, y ni siquiera existe.
Es tan relativo que lo ignoramos,
no nos damos cuenta de lo hermoso que es,
ni de lo efímero que resulta…
hasta que se detiene.

Como en tu primer beso.
Como en un accidente aparatoso.
Como cuando tu equipo ganó el título soñado
con el último penal de la tanda cobrado de Panenka.
Como cuando el resultado te compensa el esfuerzo.

Tan lindo es dedicar tiempo a algo que se ama,
sin saber si el futuro será gentil
cuando se haga presente.
Tan lindo es disfrutar el tiempo por algo que se ama,
ignorando la proximidad del fin
que vuelve el ahora en recuerdo.

Más lindo aún es haber tenido compañía en el viaje,
personas que ayudaron, a hacer las maletas,
y a planear el destino.
Con quienes se planteó el reto,
de elevar el pueblo al cielo,
la oscuridad de una mina,
a la luz y altura de una tarima.

Tan lindo fue sentir, una vez más,
cómo el tiempo se detiene…
Al darte cuenta de que el sudor y el descanso,
la alegría y el dolor,
la energía y el cansancio
—que hoy son recuerdos—
fueron resaltados,
cuando se hizo presente
con gentileza lo incierto.
Tan gentil, que me dejó disfrutar
un poco más, aquel momento,
deteniendo el tiempo.