Háblame

Alberto Escobar

 

¡Por qué no hablas!


—Solo, según Miguel Ángel, le faltaba eso.

 

 

 

Eres tan perfecto, Moisés,
eres tan inmenso en tus formas,
en lo que expresan tus expresiones,
el contorneado exacto de tus músculos,
la tensión que de la emoción
en las palabras proviene, de tus doce tablas...
Eres tan perfecto, Moisés, 
que si hablaras serías el Dios mismo,
ese que dicen que estuvo en la tierra
allá por los principios de los tiempos,
que se hizo seguir por unos hombres
que fundaron en su nombre una teología
inédita, un paréntesis religioso
al margen de los márgenes. 
Te miro —ahora, que te doy por concluido—
y siento que de un momento a otro 
vas a prorrumpir recitando los diez mandamientos.
Te miro y... no sé como expresar 
lo que siento, es un orgullo de hacedor,
es sorprenderme de mí mismo,
de cómo el mismo Dios me posee 
para conducir mis manos hasta tanta exactitud,
tanta realidad, tanta que temo que te levantes
de tu cátedra de un momento a otro y te vayas.
Te vayas a las tierras del Sinaí y asistir de nuevo
al prodigio de la zarza ardiente, a la llamada 
de Javé al monte para recoger las leyes, las doce...
Contéstame a mis ruegos Moisés, te lo suplico
por lo que más quieras, dame el gusto 
de oír tu voz y morir en ese instante, exhausto.
melo, hazte carne, dime, pronúnciame.
Te tengo que dejar. 
Debo descansar para recuperar las fuerzas
que preciso para venir y verte de nuevo,
y con suerte asistir al milagro que deseo.
Ahora, en el lecho, apoyando potente
las mejillas contra mi almohada rezaré,
y me postularé con todo mi ser a aquello
que Dios me ordene a cambio.
Te dejo para hablar con Dios y pedírselo,
aunque tenga que vender mi alma
al diablo como ya hizo ese Fausto 
del que tanto se pregona en los mentideros. 
Te dejo ya, no insisto, que los párpados
se me bajan como persianas sin cordel. 
Adiós, hasta mañana. Descansa.
P.D. Cuando Miguel Ángel volvió la espalda
Moisés, seguro de que no era visto, se levantó
y susurrando, para que no alcanzara sus oídos,
pronunció una aleya del Corán. 

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  • Autor: Albertín (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 5 de enero de 2023 a las 08:33
  • Comentario del autor sobre el poema: Cuando lo que sale de tus manos alcanza la cuasiperfección se genera un espacio vacío a tu alrededor; como si hubieses llegado a la cima.
  • Categoría: Espiritual
  • Lecturas: 62
  • Usuarios favoritos de este poema: Juez, Nitsuga Amano, Alexandra L.
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Comentarios1

  • Juez

    Me alegra decir que he entendido casi todas las referencias...

    1– Moisés era tartamudo, y usaba a su hermano como intérprete.

    2 – Fausto es el protagonista de la obra, llamada así también, escrita por Goethe. Allí Mefistófeles tentador busca hacer las suyas.

    La única que no entendí, o al menos ignoro, es la frase de Miguel Ángel... lo de "por qué no hablas". ¿Se refería a alguna de sus obras al decir eso?

    Buen relato, por cierto.

    • Alberto Escobar

      La frase no es literal pero sí vino a decirla, al parecer, cuando contempló a su Moisés. Un saludo Juez, y decirte que esperaba y deseaba un juicio más crítico jajaj. Gracias por tu comentario

      • Juez

        ¡Dios mío, no puede ser, hasta ahora es que caigo en cuenta! 🤣🤣🤣

        La imagen que aparece adjunta es de hecho obra de Miguel... Y es ni más ni menos que Moisés. Bueno, ya ves, yo de arte no sé nada. Algún que otro cuadro reconozco, pero muy a medias (como el Grito o la Mona Lisa)

        Fíjate que ahora lo entiendo... Claro está: Miguel Ángel es el protagonista.

        Si querés un juicio más crítico... Pues no te digo más, me parece muy buen relato. Me recuerda un poco a la Rosa de Paracelso de Borges.

      • Hay 2 comentarios más



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