Y vi en sus ojos llenos de amor 
un fuego interno, efímero, 
fogoso y con mucho furor. 
Yo vi la sonrisa saliente del sol 
brillaba en su rostro, 
bella, dulce, rosada en rubor. 
Cruzó así a la siguiente acera 
presurosa, paso a paso, 
con sutiles giros de cadera. 
No giró para atrás arrepentida, 
a ella mi vida,
la vi marcharse por vez primera.
Pasaron los días y semanas, 
yo solo escribiendo,
a mi lado mi alma enamorada
que aún no se repone, 
de aquella tarde en la cual te marcharas.
Y otra vez solos,
Yo, el poema, y mi alma enamorada.
II
El sol otra vez se ocultó, 
y tu imagen junto a él, 
entre sombras fúnebres, 
en un momento desapareció.
Iluminando el cielo, 
la esfera blanca de nuevo apareció, 
y en la esfera vi tu rostro, 
en tu rostro la tristeza, 
que tétrico y frío, 
a tu brío aniquiló. 
El sol por la mañana 
esta vez ya no salió, 
la chica que es su amada 
a las fronteras se escapó.
¡Pobre hombre aquel 
que de la muchacha se enamoró, 
pobre hombre ruin! 
irónica suerte tuvo, 
que por poco lo lleva a su fin. 
Esta noche la luna  
se ocultó bajo el manto estelar, 
en esta noche tu rostro 
sobre aquella no lo he vuelto a encontrar.
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                        Autor:    
     
	Darío Melgar (Seudónimo) ( Offline) Offline)
- Publicado: 25 de septiembre de 2010 a las 12:36
- Categoría: Triste
- Lecturas: 140

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