ENCUENTRAS, SIEMPRE, LA MANERA

Mireia Polo Cardona

 

Pregúntame el porqué de aquel acuerdo

que nos encerró, a ti tan dentro de mi

y a mi tan dentro de otros.

Pregúntamelo, ahora que nos reencontramos,

ahora que tocan a la puerta

otra vez, las inquietudes de esos días.

Nada se ha resuelto después de tantos años.

 

Y vienes, ahora que ya había aprendido

a cohabitar con la soledad de otras compañías,

vienes a encenderme el alma.

Encuentras, siempre, la manera

de persistir en las cosas,

en el color del cielo más íntimo.

 

Y vienes, ahora que había logrado callar

la parte tuya de mí misma,

había logrado ignorar ese trozo

de mi corazón que aún te ama.

Ese trozo, miedoso, que guarda, escondido,

las pasiones y los recuerdos.

Esa mitad en sombra de mi vida

que contra toda voluntad

sabe abrir el pomo de la inconsciencia

y ocupar, aún,

todos los lugares de mi memoria.

 

Aquel silencio vuelve ahora

a remover la calma en la que me había instalado.

La vida se agita, inquieta, ante tu presencia,

un recuerdo tuyo, aviva las cenizas de la hoguera.

 

Aquella hambre retenida,

aquellas ganas que marcamos como imposibles

para no hacernos daño el uno al otro.

Aquel amor que sigue viviendo en mis ojos,

aquel amor que ya no es amor,

que no sé lo que es, pero que duele.

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Comentarios2

  • Raúl Carreras

    Me recordó a este poema:

    ¿Cuánto hacía? Media vida
    desde aquel último beso.

    Desde el hilo de esperanza
    que, en el hielo de una noche
    de un octubre atormentado,
    me engañó con la ilusión.

    No hubo tales, ni esperanzas
    ni ilusiones, solo heridas
    de puñales incrustados
    en el alma y corazón.

    Y, hoy de nuevo, casualmente
    apareces como antaño,
    con mirada iluminada,
    con sonrisa fascinante,
    con el aura hipnotizante
    de la ninfa de otro tiempo,
    que më hizo enamorarme.

    Y te acercas, y me tomas
    de la mano dulcemente,
    y acaricias con tus yemas
    las suturas de mi piel.

    Y tus labios, que se adosan
    peligrosos al contorno
    de los míos, me susurran
    nebulosas que no entiendo.

    Y agitado y confundido,
    te suplico que lo pienses,
    que no actúes si no sientes,
    que no poses en mi boca
    los placeres del amor
    si de nuevo me hará daño.

    ¡Y me besas! Ese beso
    que me sabe como siempre,
    que se guarda en mi memoria
    para herirme eternamente.

    Te lo dije, ¡te lo dije!,
    te rogué que no lo hicieras,
    porque sabes que me muero
    aunque beses en mis sueños.

  • Anabell López Rodríguez

    Y como duele, por Dios, pero has encontrado la manera más bonita y delicada de narrar ese dolor. Lo adore. Feliz día.

    • Mireia Polo Cardona

      Lo escribí con el corazón y cuando el corazón es el que elige las palabras siempre sale algo bonito. Me alegro que te guste, muchas gracias!!



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