¿A dónde se va
tras la partida
toda la vida
y lo en ella acumulada?
La vida o la muerte.
¿De cuál dudar más
si parecen
gemelas enojadas?
A mí se me antoja que son
la misma suerte.
Ambas son, a su manera,
ese devenir absurdo e interminable
que se lleva todo y en el que todo
al final se vuelve nada.
Todos los días, todos
y sus noches,
se pierden entre lo infinito
y lo inmensurable.
El cuerpo trasijado,
el alma transida.
¿Viene sola o la envían?
¡Qué más da!
La muerte siempre llega.
Las palabras dichas
tan elucubradas,
que conquistaron
todos los aplausos,
se desvanecen como
la neblina de ayer.
¿Hubo vida?
Si no las escribiste
se fueron como el aire.
Aún los sentimientos
caen en un torbellino de caos
ante la despedida.
¿Qué son?
¡Siempre tan inconsistentes,
a veces tan inescrutables!
Se vuelven nada
los sentimientos más profundos
y de nada sirven
los recuerdos más atesorados.
Ella llegó y tú la afrontaste.
Padre, no rehuyó tu mirada
su presencia
que procuró intimidarte.
Fui testigo una vez más,
quizás la última,
de tu ritual de ser indomable;
te miré dubitar apenas un instante.
¡Ella llegó y tú te fuiste!
Nadie atinó a comprender
cuando todas las fórmulas cayeron.
Todos los comandos
para vivir y trascender
se desvanecieron
igual que el tiempo,
la verdad, la belleza,
el amor
y los otros absolutos
a los que nos aferramos.
Insulsamente nos aferramos.
Insoportable la levedad del ser.
De nada sirvió
la vida apasionada
cultivar la educación,
la altiva presencia
o la honradez acerada.
El dolor agota.
Huérfano el amor,
huérfanos los días,
los años y al menos media vida.
Sin embargo, no es verdad.
El adiós abruma, obnubila
¡y confunde tanto!
Pero no es eterno.
¡Cómo olvidarte Padre!
Tú te edificaste
solo e irrepetible
con cincel de cantera,
sin matriz y sin espejo,
sin regresar a ver
indistintamente errores ni aciertos.
Te pariste cada día
de los unos y los otros,
dueño del norte
y del camino que tú mismo hacías
con denuedo y convicción.
Te erguiste inconfundible,
libre entre los libres.
Tú partida Padre
no es definitiva
no es adiós sin retorno,
ni te hunde en el olvido.
Te veré aquel día.
En memoria de Hugo René Carrillo Ampudia
26 de octubre 1937 – 28 de noviembre 2019
Autor: Pablo Carrillo Galarza - Cofradía de la Palabra
Comentarios7
Dolorosas letras mi querido amigo y poeta.
Aunque somos creyentes y sabemos que no todo termina aquí, que somos solo peregrinos, forasteros en este mundo, que la vida continúa más allá de la muerte corporal, el dolor es fuerte.
Es un dolor que se aprende a vivir con él, no se olvida.
Un fuerte abrazo.
Kavi
Es un dolor que te obliga a crecer, a creer y que de alguna manera se vuelve razón para seguir adelante
Gracias tu mensaje final y tu lectura.
Fuerte abrazo amigo
No sabes como te entiendo. Un abrazo 👒
Kilómetros de distancia y sin embargo las vivencias y los dolores son los mismos.
De pronto, somos cercanos más allá de las letras.
Abrazo Anbel
Si Mauricio, allí todos nos reencontraremos, profundas tus letras, abrazo
Nos veremos por allí Dulce.
Gracias tu tiempo y lectura.
Un abrazo
Nos veremos por allí Dulce.
Gracias tu tiempo y lectura.
Un abrazo
Estan muy tristes tus palabras , yo estoy segura y es mi prarecer hay una eternidad, y alli [email protected] se encuetra de nuevo mi papa va con el año 22 de su muerte y aun lo recuerdo presente . Y así vivere por siempree... Un fuerte abrazo Mauricio.
Se escribe como está el corazón Violeta. Tú sabes.
Compartimos la fe que nos da la fortaleza, la esperanza, el consuelo.
Gracias por tus palabras.
Cuídate mucho, saludos
Te mando un gran abrazo Mauricio!!
Abrazo recibido.
Gesto comprendido.
Gracias Cari,
Cuando los que amamos parten, pasan de vivir entre nosotros a vivir en nosotros, la gente sólo muere cuando la olvidan.
Es su primer poema que yo le leo Poeta y sus letras llevan un Triste sentir, pero no por ello deja de ser un bello Poema, reciba un abrazo y un saludo cordial.
Hola Mily.
Un gusto recibirte por estas páginas.
Pues sí, son letras tristes, con razón. Gracias tu tiempo y lectura. Los demás trabajos esperan por ti.
Saludos desde Quito
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