Dulces mejillas poseía,
y lindos fueron los ojos que aprecié,
carecían de atención, y aun así,
terminé noqueado como un boxeador.
Ahí embelesado dudé;
hechizado y atormentado,
por el color violeta que se alzó,
en el rostro de aquella joven sumisa.
Sonreí con miedo,
y canté en la desesperación.
(Pues yo no pienso negar,
la fe que tengo en mí,
así que en esta ocación,
decidí combatir sin mucha cautela,
siempre susurrándole a la flaqueza,
que tome sus maletas y vuelva en cien años más).
Pienso que lo mejor sería,
besarla en el silencio,
y dibujar en su cuerpo,
líneas ajenas,
que acaben en el vértice de la ternura.
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Autor:
Ian Joel (
Offline)
- Publicado: 26 de noviembre de 2018 a las 02:01
- Categoría: Amor
- Lecturas: 26
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