Ian Joel

Patricia

Dulces mejillas poseía,

y lindos fueron los ojos que aprecié,

carecían de atención, y aun así, 

terminé noqueado como un boxeador. 

 

Ahí embelesado dudé;

hechizado y atormentado,

por el color violeta que se alzó,

en el rostro de aquella joven sumisa.

 

Sonreí con miedo,

y canté en la desesperación.

(Pues yo no pienso negar,

la fe que tengo en mí, 

así que en esta ocación,

decidí combatir sin mucha cautela,

siempre susurrándole a la flaqueza,

que tome sus maletas y vuelva en cien años más).

 

Pienso que lo mejor sería, 

besarla en el silencio,

y dibujar en su cuerpo,

líneas ajenas,

que acaben en el vértice de la ternura.