Aquel momento fascinante,
luego de la extensa espera,
había llegado sorpresivamente.
La lluvia aguardaba por nosotros
y ahí estabamos: solos tú y yo.
En la mitad de la noche,
confundidos en medio del raudal,
éramos un solo espíritu y un solo beso.
Llegaron las tazas rebozadas de café
y la manta nos brindó su calor en el sofá.
Como un relámpago, llegó el amanecer.
Fue la consumación,
de aquella noche milagrosa.
Comentarios1
Alrededor de un café dos almas enamoradas lograron su noche fuera especial, maravillosa, única.
Hermosas letras
DTB SIEMPRE
Muchas gracias Maria. Recién me extreno en esta página, y por lo visto será maravilloso. Mi agradecimiento.
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