Macondo

Alejandro Tapia

Macondo.

El otro día por tener una mala vida me sentía agobiado, por los pesares los recuerdos y los sueños rotos me sentía muy extenuado, diminuto y apagado.

No pude soportarlo más y empecé un viaje a ningún lado, me fui lejos baje por la espina dorsal del mundo como si fuera la espina dorsal de mi herida –tú-, ambas son la más hermosa vista que haya visto jamás. Aunque quise quedarme en muchos sitios mis pies nomás no pude controlar.

Ya ni tenía dolores casi apenas y memoria cuando pensando en nada me llego un olor a tierra, agua, sangre y a sal de lágrimas, seguí un camino de hormigas color fuego. Me recibieron casitas azules y un par de rotos almendros.

 Cuando pude sentir que de mí un hechizo se apoderaba. Me topé con ancianos muy ancianos que sobre gitanos, guerra y hielo balbuceaban, y gente linda de cuerpo y alma que tenían la seguridad de no desear nada. En todos lados se sentía algo vivo que me causo el deseo de buscar fantasmas con amor y profundo respeto.

Ese pueblo de piedras pulidas, blancas y enormes me transformó  y aquí si por siempre, que no es mucho, me quedaré.

  • Autor: Pepe Golpe (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 24 de junio de 2018 a las 02:43
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 12
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Comentarios1

  • Hermes Antonio Varillas Labrador

    Todo mundo tiene su Macondo a dónde refugiarse de las locuras de este mundo moderno, y tiene también su Ítaca a donde retornar a escribir sus tenaces aventuras en un cuaderno



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