Epifanía

José Antonio Vilela Medina

De la lira,
suaves notas,
de aquel bosque
fragancias mil.

Un murmullo diáfano
el viento acompañaba,
fulgurante de colores,
un camino dibujaba.

Y eran tan fuertes sus notas,
que de la oquedad de mi alma
una exaltación la remeció.
trémulo y eufórico
dirigí mis pasos,
con la férrea decisión
de dar con aquella fuente
de mí imaginación.

La fuerte luz como en
primer gesto, segó mí
ser incorpóreo.

Se develo los sentidos
y efluvios emanaban de aquel
camino.

Formaron con la luz unos
velos que al pasar por ellos
quebraron su pureza,
me hallaba en ese páramo.

! Ah ¡ mi alma extasiada
no se contuvo al ver
la lira hecha mujer.

El aroma de magnolias
rosas y alelíes, el brillo
de su alma tan dorada
como el azafrán, y el
primer amanecer del estío.


¿Me llamabas? Aquí estoy,
en mí enmarañado cerebro
te imagine y aquí estas frente
a mí sonriente y feliz.

Ella se volvió como en un
ademan de musitar algunas
palabras, pero su silencio,
su presencia su estampa,
lo decía todo.

Y el vacío del abismo en
que me hallaba sumido,
esta alma, la mía,
se llenó con la tuya.


Extendí mi mano en mi delirio
por tocar las tuyas, por acercarme
y sentir tú aliento, tu cuerpo.

Y maldije al tiempo
porque todo se fue desvaneciendo
desperté de mí insomnio
que ya noches idas arrastraba
y en mis devaneos te formé.

La aurora como navaja fría
me atravesó el alma, y sentí la
carga pesada de otro día,
de oblaciones y murria.

! Oh ¡ princesa mía
cariño efímero, me queda
el consuelo de esta noche
volverte a ver,
y así como espera la tierra
árida el manto cristalino,
así mi alma espera la tuya
para volver a nacer.                          

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