MI ALMA

Alek Hine



(sextina)

 

Consciente de la vida transitoria,

y siendo que termina todo viaje,

acepta que la muerte es perentoria,

un hecho que precisa de coraje;

juiciosa e impertérrita, con calma,

la noche sin final espera mi alma.

 

  • Autor: Alek Hine (Offline Offline)
  • Publicado: 10 de diciembre de 2014 a las 21:41
  • Comentario del autor sobre el poema: El alma, la psique, el fuero interno, la consciencia, la mente, el pensamiento, el yo, no es más que actividad del cerebro, y, como tal, cesa cuando este órgano ya no recibe más oxígeno al detenerse el flujo sanguíneo por haber dejado de latir el corazón definitivamente, o sea, cuando al organismo le sobreviene la muerte. Muere el ser vivo, muere el yo, muere el alma.
  • Categoría: Reflexión
  • Lecturas: 128
  • Usuario favorito de este poema: gisell_v.
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Comentarios1

  • Donaciano Bueno

    El alma, amigo mío, el espíritu, nunca muere. Pervive, incluso despues de la muerte del soma, el cuerpo. Y, dejando a un lado esas disquisiciones teológicas, desde luego lo que sí afirmo con toda rotundidad es que eso le ocurre al alma de los poetas.
    Un abrazo

    • Alek Hine

      Amigo Don Bueno:

      Es bien conocido que la generalidad de los seres humanos, por temor a la muerte o anhelo de seguir siendo, es prona a refugiarse en quimeras. Sin duda que eso puede, emocionalmente, aliviar un poco o mucho a las almas débiles, como las calificaba Einstein; les ayuda a soportar el ineludible destino que consideran horrible, el de dejar de existir como personas. Pero los espíritus fuertes prefieren la dura verdad a sus ilusiones más queridas. En situaciones (que pueden no ser pocas) en que son incompatibles el sentirnos bien y lo verdadero, preferimos lo último.

      Diré de paso que cuando uno analiza el deseo de no morir, encuentra que no hay nada qué temer, pues la muerte no es más que semejante al estado del sueño, es decir, cuando estamos dormidos (no sabemos, no sentimos que estamos durmiendo, por lo que podemos morir en ese lapso y no darnos cuenta). La muerte, pues, es el sueño infinito, del cual no despertamos. El miedo de muchos es porque se imaginan que percibirán obscuridad, pero evidentemente es un miedo infundado; los muertos ya no sienten, ya no ven, ya no huelen, ya no saborean, ya no oyen; han dejado de ser.

      En cuanto a Dios y la teología (hay cosas que me causan gracia por su apariencia de seriedad), inventan un Dios que no pueden justificar, por lo que se ven obligados a inventar la teología, y así, todo gira en sus cabezas como pura creación mental, sin conexión con la realidad exterior y objetiva.

      Sobre este punto, transcribo el último e interesantísimo parágrafo de la reseña que hace Antonio Piñero acerca de "La teología, ¡vaya timo!", obra de Gabriel Andrade:

      "Personalmente he sentido mucho interés por la lectura de este libro, que me ha refrescado viejas ideas que tenía ya en el desván de antiguas polémicas, pero que siguen siendo vitales para cada generación. Mi opinión general se alinea con la conocida frase de Jorge Luis Borges que encabeza como leitmotiv el libro que comento, y que se halla impresa en la cubierta: 'Creo en la teología como literatura fantástica. Es la perfección del género'. Un teólogo inteligente y socarrón me preguntó una vez con cierto humor inglés (al que le gusta reírse suavemente de sus propios problemas), si conocía la diferencia entre filosofía y teología. Como veía que iba en plan de broma, le respondí que no. 'Muy fácil', me respondió. 'La filosofía es intentar capturar a un gato negro en una habitación obscura…'. E hizo una pausa para observar mi reacción. Y continuó sonriente: 'Y la teología es intentar capturar a un gato negro en una habitación obscura…, pero no hay gato'. No les digo el nombre del teólogo."

      Me despido agradeciendo la visita. Un abrazo.



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