(soneto)
Las próceras galaxias son tus muebles,
tu casa sin murallas no te encierra;
mas, Dios de los espíritus endebles,
¿no ves que abajo rigen hambre y guerra?
Enséñanos tus huellas indelebles
en obras de este suelo... ¡Ven!, ¡aterra!;
te reto a que te muestres, a que puebles
de trigo los desiertos de la Tierra.
Ayuda a que la fe no sea inútil
ni el proferir tu nombre cosa fútil,
Señor omnipotente, Ser ubicuo...
¿O gustas del plural dolor humano?,
pues con bondad no mueves una mano...
¿O puede más que tú Luzbel inicuo?
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Autor:
Alek Hine (
Offline)
- Publicado: 20 de mayo de 2014 a las 17:20
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 175
- Usuarios favoritos de este poema: Nadie, andres fernandez ruiz.
Comentarios4
Excelente soneto.
Mis felicitaciones, caballero.
Un cordial saludo.
Gracias por tus palabras, y si encuentras alguna falla en mis composiciones, con confianza, tienes la libertad de señalarla para poder enmendarla.
No hay de qué. Y por supuesto te pido lo mismo respecto de mis poemas.
Muchos mantenemos esa interrogante.
Saludos.
En realidad mi cuestionamiento es más en un tono satírico. Saludos y gracias por comentar.
Miguel Ángel, comparto tu parecer acerca de la alabanza (y su opuesto), ya que la crítica —"el examen y juicio acerca de alguien o algo y, en particular, el que se expresa públicamente sobre un espectáculo, un libro, una obra artística, etc.", como lo expresa el DRAE— es justamente eso. Tengo la impresión de que, desafortunadamente, en el ciberespacio, con su superabundancia de egos, la mayoría prefiere el halago y recibir lo menos —si acaso— "el juicio de las cosas, fundado en los principios de la ciencia o en las reglas del arte", cuando dicho juicio lleva incluido el señalamiento de alguna falta.
En cuanto a mí, no me considero un narcisista y lo que más me mueve a escribir es la comunicación de ideas.
Saludos
Con semejantes comentarios me da vergüenza decir me gusta 🙂
Con todo y vergüenza, ha quedado dicho; además, es propio de una dama tener un poco de rubor en sus mejillas.
A veces no son necesarias tantas palabras, pues un enunciado vale por mil.
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