Fluye entre tú y yo en lo alto de los tejados
una claridad subacuática que deforma,
junto con el perfil de los bares, tu rostro
ciudad dormida. Permaneces en un fondo huidizo,
separada de mi, cada gesto tuyo; entra sin huella,
y desaparece, en el medio que rellena
cada rincón vacío de los bulevares
que se cierran sobre mis pasos.
Tú aquí conmigo, en este aire que desciende
para cellar el topor de las puertas tristes.
Y yo, abatido:
En el poder que gravita alrededor, cedo
al sortilegio de no reconocer ya nada de mí;
en las sombras de los parques que ayer
no me eran ajenas.
Si levanto apenas el brazo, se me hace indiferente
el acto, se rompe sobre un cristal, ignoto
y pálido el recuerdo de las tertulias en tus esquinas,
bajo el sin fin de colores de las farolas eternas
mientras duraba la noche: y ese espacio ya no me pertenece.
Si hablo, escucho esa voz de los borrachos, atónito,
descender a su gama más remota
como bandadas de palomas invadiendo
tus alamedas. Así en el sitio más remoto,
que resiste a la última consunción del día,
viejas prostitutas de algún país vecino;
adornan las murallas de un barrio desconocido.
Me alejo y te miro ciudad dormida,
desde un muelle que me he inventado
junto a tus fantasmas antiguos, enclaustrados
en los centros de las fuentes secas o inmortalizados,
en estatuas de bronce que me hablan de batallas
y legiones.
El amanecer ya abre sus alas,
unos pocos instantes en tus calles
carcomidas de tráfico, lo han quemado todo.
Excepto dos rostros: la ciudad y yo, dos máscaras
frente al crepúsculo que se regalan forzadas
una sonrisa.
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Autor:
Leo (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 13 de diciembre de 2012 a las 07:36
- Categoría: Reflexión
- Lecturas:
Comentarios1
Es precioso. Vaya descripción poética de Madrid...
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