Mi abuelo, Alfonsina, y el mar en un caracol...

monique ele



Mi abuelo, Alfonsina, y el mar en un caracol... ¿Qué mayor sentido que reconocer que nada lo tiene?

La guerra le dejó a un bastón como eterno compañero. Su andar lento y trabajoso, contrastaba con la sonrisa en su rostro, y nuestra prisa por arrojarnos en sus brazos. Éramos pequeños y queríamos los caramelos, que previsoramente, siempre, el abuelo llevaba en los bolsillos, para cuando aparecieran los nietos. Si bien el testimonio de su paso por el Chaco, no era el más venturoso, él -no obstante- prefería la ficción de alguna anécdota jocosa al relato de cómo lo habían herido (jamás lo supe). Así es que nos contaba, incansables veces, qué él mismo, personalmente (en persona) había cargado sobre sus espaldas (y a pesar de la herida de bala en la pierna) el cañón boliviano hasta Asunción. La historia se recibía con risas, como casi todo lo que él decía. De vez en cuando se escapaba algún cuento más realista. Aguardar con ansiedad de loco la lluvia, extender las frazadas para contener el agua, y luego estrujar hasta arrancarles la última gota. Los tiempos de la SED. En mi conciencia de niña y hasta no hace mucho, yo estaba segura de que todos los abuelitos se habían ido a la guerra; guerra que yo asociaba más al ritmo festivo del "Mambrú", que a la crudeza de algo que hasta hoy no consigo imaginar.

Así era Don Serafín, según mis recuerdos, al menos... Hace ya años que no lo veo. Su partida, fue la primera pérdida grande y real en mi vida, y la última vez que lo ví, no era él, sino un ser consumido por el cáncer que, afortunadamente, se lo llevó pronto, ahorrándole así más penurias a sus (creo que) 92 años. Pero no es ése el abuelo que quiero compartir y recordar. Por el contrario, había tanta vida en él, que sería un desperdicio pensar siquiera en sus últimos momentos.

El abuelo tenía sus particularidades: era músico (violinista) y pintor (copiaba paisajes en óleo). En la vida real se dedicaba a pintar letreros, carteles, murales. Era un excelente "letrista" (igual que yo, que gusto de escribir, sólo que él gustaba de darle lindas formas a las letras). Recuerdo los vehículos de reparto de la florería de mi papá con sus letras pintadas a mano. Recuerdo que él nos hizo el portón de la casa: de madera y con sus manos. También era hábil en eso. Pero mi abuelito guarda todavía más historias.

Ir a la casa del abuelo, significaba en mi infancia, llegar hasta la Villa Cerro Corá de Lambaré, un lugar muy campestre y agradable, en aquel entonces. No sé cómo estará ahora. Mis crisis de asma se desvanecían en el aire que se respiraba. Todas las casas de la cuadra eran pintadas por mi abuelo, pero de una manera especial: resulta que, uno de los vecinos tenía piedras de esas que mirás y sentís que da vueltas en un círculo infinito hasta dejarte loco, hipnotizado o "elevado"; entonces mi abuelo, con su clásica inventiva, copió esas piedras en el frente de su casa. Al poco tiempo, todo el vecindario tenía esa imitación de piedras enloquecedoras en sus paredes. Mi abuelo las había pintado todas con la ayuda de su fiel secretario: un sapo que vagaba por su jardín :D

La vida era muy tranquila en la villa. El único suceso extraordinario de esos años, tuvo que ver con la supuesta aparición de una Virgen María a la vuelta de la esquina. Unos niños dijeron verla y el vecindario se conmocionó (con piedras y todo) por algunas semanas. Se montó un oratorio, se montó guardia, se produjeron desmayos, y yo que andaba por allí, a menudo, jamás conseguí verla. Pero a mi abuelito, todo eso lo tenía sin cuidado, y a mi abuela, terriblemente creyente, la religión le pasaba por la misa, su biblia y su rosario. No por esas cosas. Ella era la maestra de su pueblo natal. Algo así como parte de la élite intelectual del pueblito en donde le tocó nacer.

Ya en Asunción, mis abuelos vivían con mi mamá y sus hermanas, en una vieja casa del centro (según creo que me contaron), y a ellos les tocó esconder a los parientes que huían hasta la capital. Eran tiempos de revoluciones. La terraza de la casona estaba llena de los parientes "en fuga", y cada vez que "rastrillaban", mi abuelo ejercía su don y carisma de anfitrión, colaborando al máximo con la "autoridá". Nunca jamás entraron a la vivienda. Mi abuelo y su sonrisa, a más del: "¿quiere tomarse un traguito?", fueron más disuasivos que todas las balas incrustadas en las paredes del centro capitalino.

De todos modos, la historia que más festejo de aquellos tiempos, algo casi más extraordinario que una Virgen a la vuelta de la esquina, se remonta a la vez en que mirábamos un partido del Mundial Argentina 78, en la tele, con mi papá. De repente la cámara hace un paseo (paneo) entre el público. Y se detiene en una boina y un bastón. "¡Abuelo!, ¡abuelo!", comenzamos a gritar mi hermana y yo. Mis abuelos pasaban una temporada en Mar del Plata, visitando a mis tías, hermanas de mi mamá, y la cámara eligió mostrárnoslo con su sonrisa y ese aire de "mundo", que quiérase o no, tenía (al menos para su nieta).

De Mar del Plata quedaban en su casa, como recuerdo, sobre la mesa, varias "casitas" de caracol. Mi abuelo nos había enseñado a pegárnoslas al oído para escuchar el sonido del viento y el mar. Era escuchar y sentir algo que no adivinaba, años después entendería que era nostalgia... Alguna vez conocí de Alfonsina Storni, alguna vez la leí y comprendí de los dolores de su alma. Alguna vez pisé la playa en la que ella eligió caminar hasta la muerte; y alguna vez lo junté todo en unas líneas: ¿Qué mayor sentido que reconocer que nada lo tiene?


LA CASITA DEL CARACOL


La casita del caracol...

la casita del abuelo...


La casita del caracol:

el mar,

sus sonidos,

sus misterios...



La casita del abuelo:

el caracol,

el mar,

nostalgia

de la brisa...


Alfonsina...


infancia;

feliz

ignorancia...


- intuición:

triste adivina

en la mirada-.


(Alfonsina).


Toda la verdad

allí

- en la casita

del abuelo-

el mar

y la nostalgia.


Futuro

que no vengas...


Alfonsina...

te espero,


ofreceme

tu corazón...

 

 

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Comentarios8

  • Trovador de Sueños ...y realidades.

    Hoy de manera sencilla, Me rindo sin bandera y sin letras ante tus letras.

    Extasiado por los cuatro puntos cardinales.

    Un cálido abrazo de este chiquito poeta.

    Alfonsina y el Mar (La Canción) Interprete Vital para mi, Gina Maria Hidalgo, y no me hizo falta mas, para enamorarme.

    • monique ele

      adoro a Gina Maria 😀

    • gatoconbotas_58

      muchos recuerdos incrustados se han liberado, yo también he caminado muchas veces por esas playas. besos para ti.

    • sabianya

      Mi querida Monica perfecta narracion de vivencias de la infancia
      un relato precioso el que escribistes,

      te mando un abrazo.

    • Winda

      Sencillamente hermoso


      beso

    • NM de la Rosa

      Monica....te envió un te quiero y mi admiración


      Abrazitos

    • Marellia

      Un maravilloso recuerdo que nos compartes...tesoros del alma

    • VOZDETRUENO

      Que belleza de escrito!!!!, me cautivaste hasta la ultima letra.

      Gracias por compartir esa página de tu historia

      Un beso

    • Xiomiry

      Querida amiga: Una historia linda, llena de magia, de valores, de recuerdos... de admiración, de respeto, lindo poema, hermosa canción y una gran enseñanza me has dejado hoy... Un abrazo y mis respetos a ésa majestuosidad de tu pluma... Cariños para ti.



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