Epílogo de «La sentencia»

Epílogo de «La sentencia», de Teresa Palazzo Conti.

MEMORIA LUSTRAL EN PIEDRA DE ABISMO: INFIERNO OSCILANTE EN CARNE VIVA

por Manuel Lozano*

Sumérgete en el enigma que cava.
Oblígate a arremolinarte.

René Char, Hojas de Hipnos

I.

Nocturnidades que fundan un reino cuando todo es astillas: ¿No ha de obliterarse hasta el olvido? Inundación y alfileres, maderas a punto de la sumersión final, cicatrices de una luz que «se exilia en los rincones». Hay una certeza de transición de conciencias en los textos de Teresa Palazzo Conti, lo que yo llamaría una «fisiognómica de la piel», en tanto expresión corporal adentrándose en los misterios de su naturaleza, para devolverse (nos) al mundo con curiosos y novísimos instrumentos de poiésis.

Este empeño borrajea en los abandonos un argumento verbal para las pérdidas. Todos los libros incluidos en “La sentencia” contrastan un llorarse la vida, pero un llorarse ajeno a previsibles sentimentalismos. En el texto que principia esta compilación -texto incluido en el libro “Llamas en el hielo”-, una voz desasogada murmura:

“Te he abandonado
CASA
para morirme lejos,
aunque hoy cierre los ojos
y te robe
los indicios de un milagro.”

No resulta casual, paralelamente, que su libro «Memoria del Abismo» empiece con una forma de pregunta elegíaca que ella titula «Revelación», camino insoluble y despiadado hacia su centro interior, refractando siempre la fragilidad de una realidad que huye impiadosa:

«Antigua desazón
la de mis ojos,
que no alcanzan a ver
qué sucede adentro (…)»

Y es la casa una alegoría final de lo irrecuperable, un no-lugar construido con las puertas falsas de una memoria que se repliega o expande según los caprichos de la imaginación. Santa Teresa de Ávila la nombró (no hablemos ya de definir, infinitivo incierto) “la loca de la casa”. Teresa Palazzo Conti lo sabe cuando escribe “Hoy he vuelto a la casa/que me mira azorada/tal vez me desconozca(…)” O, como en el poema “La Cena”, cuando asistimos a la teatral y patética asimetría de una transfiguración:

“Comedor extraviado
En una población de cicatrices.

(…)

Se vertieron
las aguas de todos los jarrones.”

Aquí la casa devela naufragio en tanto sumersión. El naufragio vuelve a la usura de sus propias y anheladas pérdidas. Por eso, la autora escribe en su libro “Pajaro viento” que “la casa/se pobló de sus ausencias/y se hundieron los marcos (…)/Ahora,/el murmullo claudica/y hay escarcha en los libros/y en las camas.” La casa es túnel.

II.

En unas olvidadas conversaciones con Serwood Anderson -conversaciones esplendentes de literatura que hoy exhumo-, María Luisa Bombal, poeta de los principios y de las vívidas muertes, advertía «la más elegante de las disciplinas es, para mí, el Silencio…»
Teresa Palazzo Conti escribe y reescribe poemas donde el silencio no se nos presenta como mera ausencia o desgaste del vocablo, sino que vuelve a alzarse invocando criaturas primigenias, levísimas, a veces en hirientes contrapuntos donde lo que «naufraga» o «astilla» demarcará nuevos asedios.

«Su ida es el camino
que naufraga en el polvo
y astilla las palabras y el abrazo.

Hay voces oxidadas
sonámbulas del viento.

Desde la otra orilla,
la distancia alucina
con párpados amargos
y en mi pena de isla,
un animal nocturno
devora la plegaria de los hombres.»

(Memoria de abismo, “La isla”)

Esta sola criatura nocturnal -celebrante de la dispersión más ambiciosa- nos recuerda a aquellos » pequeños animales nocturnos», visitadores del cuerpo de Alejandra Pizarnik, a quien Palazzo Conti homenajea en su resignifación de los caminos del espejo, como así también desde el acápite en «La Jaula».

III.

Un Teatro de Móviles Permanencias planea sobre las preguntas que crecen. En él, el dolor lejos de ser una queja se transforma en experiencia cruda y luminosa que agosta pero, a su vez, no deja de arder advertencias de lo por venir. La escritora apela a desgarrar el eclipse, a rajar las murallas desde los laberintos de su jardín con colmillos y serpientes y cenizas que aúllan cada vez.

El cazador y los puñales, una letra «que se quedó sin trazo» y la disímil historia (o historias) de lo humano se acoplan en este libro. Aquí la orfandad se nombra orfandad, a la manera de la poesía china. Lo ido es un indicio de espacios que vuelven a abrirse, como en «Las pérdidas», también de Memoria de Abismo:

«Me destemplo
en la piedra.

Me aíslo y me desprendo.

Algo sale de mí.

Voy despareja.

(…)

Madrugada de pérdidas
se desvía la que soy.

Adónde hallar los rastros
de una vez ser entera.»

IV.

Ella escribe con la memoria de un silencio feroz que deja la herida en la otra memoria de la piel. Aprende a descifrar el idioma de los muertos que velan por el mundo, y que son más que firmes figuras de la pesadilla o de las formas codiciosas del día. Los muertos no son sombras de sombras, sino seres inquietantes (y testigos insomnes) creciendo desde la carne hasta los huesos.
Por eso los combates de la enfermedad –“las muertes breves”- de su padre: combates para nombrar la pasión. Por eso los combates especulares de una hija con su madre. ¿Hasta dónde se es hija o madre sin los asedios del tiempo carnal? Vuelve la transfiguración de los rostros y las máscaras, no exenta crueldad subrepticia:

“Era sólo una partida falsa.

(…)

Y bajo aquella sombra,
aún juego a la vida
con mi madre.”

Aquí «el reinado del fuego se desquicia» para transformarse lentamente en piedra. Y la piedra asume su condición candente de elemento primigenio o de Dios, como en las teogonías orientales:
«Aúlla un gigante de piedra/por encima del viento.»
Porque solamente la plegaria ha de escribirse en piedra, en sólido soporte (anhelante) de posesión y de perpetuidad.

V.

Esta piedra sobrevuela la tradición histórica, religiosa, mítica y poética. Es la mirada honda de Jesús a Simón renombrándolo -INTUITUS-, vale decir bautizándolo nuevamente. Es la piedra ceraunni, fundamental, que, bajo un golpe de dados puede transformarse en piedra de toque o de locura, a la manera de Hieronimus Bosch.

«La piedra triunfa en la escultura y se humilla en la escalera», advierte Octavio Paz en El arco y la lira. Esa escultura, como extensión de poiésis, inicia un itinerario en Teresa Palazzo Conti. Forma muros, se agrieta con el devenir: «Alguien inauguró las ruinas. Pero no nos engañemos con su parodia, esta piedra puede esconder huracanes de fuego. Y soplar.

VI.

La «puerta sorda» o la lágrima dentro de la muralla deberán abrirse -definitivas- para dar paso al nacimiento de un novísimo tiempo cargado de significaciones. Cada palabra cultivará su propia terra incognita, el infierno oscilante en carne viva.
¨¿Entonces? -se vuelve a preguntar Huidobro en una de sus Artes Poéticas- Hay que buscar siempre.» Buscar, a pesar de las certezas aparenciales y de las preguntas que tantean lo imposible. La busca será incalculable como la plegaria.
Esta poesía escruta linternas mágicas para fundar en roca una genealogía del grito lustral. ¿Pero quién ha de negar lo que estas grandes extensiones ocultan desde el origen? Hay un grito lustral, líquido ígneo, en el interior de cada piedra. Somos esa lava. Nacemos al mundo con un grito.
Teresa Palazzo Conti indaga en remotas piedras candentes el vuelo de su desangrado bosque.

Manuel Lozano
Santa Lucía de Syracusa, agosto de 2006

*Manuel Lozano nació en Córdoba, Argentina. Poeta, narrador, dramaturgo y ensayista, Prof. de Literatura, Máster en Historia de la Cultura Argentina, Máster en Comunicación, dos veces Doctor Honoris Causa en Educación y Doctor en Filosofía de la Educación del Consejo Iberoamericano de Educación (2004 y 2006) , ha escrito 15 libros entre los que pueden citarse a «Libro de Amenemope», «La Línea y el Círculo» , «La Rueca Dorada» y «El Enigma Silvina Ocampo: La Paradoja y lo Sublime». Su obra fue traducida al inglés, francés, italiano y árabe, encontrándose en más de 180 websites, habiendo realizado crítica literaria para importantes diarios de su país y publicaciones de Europa.
Ha recibido 54 premios nacionales e internacionales como Primer Premio Fondo Nacional de las Artes, Beca del Ministerio de Asuntos Sociales de España junto a los Premios Nobel José Saramago y Wole Soyinka, Jorge Amado, Juan José Arreola, Mario Benedetti, Ana María Matute y Juan Goytisolo; Fue Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores, Premio Federación Universitaria de Buenos Aires, Premios 2004 y 2006 a la «Excelencia Educativa» (Consejo Iberoamericano de Educación), conjuntamente con Doctorados Honoris Causa «por su proficua y relevante trayectoria internacional, Premio Joven Sobresaliente de la Argentina (de la Cámara Junior, votado por unanimidad). Considerado una de las voces jóvenes más potentes de su país, en 2006 fue designado «Embajador para Argentina» del mega proyecto «Poetas del Mundo» –Chile- y «Ambassadeur de la Paix» del Cercle Universel de la Paix, con sede en Ginebra Suiza.
Creo en 1999 la Fundación FIED (Fundación Interdisciplinaria de Estudios para el Desarrollo), con sedes en las ciudades de Buenos Aires y de Córdoba, con el objetivo de afianzar la capacitación e investigación en torno al paradigma de la interdisciplinariedad, de la que es Presidente del Consejo Académico. Coordina también la «Escuela de Escritura Silvina Ocampo», destinada a la recuperación e investigación de escritores y pensadores eclipsados o parcialmente olvidados de latinoamérica. Lozano es considerado –a nivel mundial- uno de los más importantes especialistas en la obra de Silvina Ocampo. A partir de junio de 2006, conduce el programa “El Oro de los Tigres –Para un panorama de la cultura actual”, por Radio Cultura de Buenos Aires (www.fmradiocultura.com.ar)
Ha recibido elogios de grandes escritores de Argentina y del mundo como Silvina Ocampo, Adolfo Bioy Casares, Olga Orozco y Juan José Arreola. Olga Orozco escribió sobre él: “Príncipe en su territorio de prodigios, sus méritos ampliamente reconocidos dentro y fuera del país, unen el brillo verbal más la alta calidad de su producción poética (1992). Siendo Lozano un adolescente, Jorge Luis Borges escribió sobre su obra: «(…) Nos deslumbra con páginas memorables. Descubro que tiene el hábito de frecuentar el universo, de traducirlo en misteriosas y afortunadas invenciones» (1984). E-mails: manuel_lozano@arnet.com.ar ; fied_bsas@arnet.com.ar



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