Mary Westmacott, el alter ego romántico de Agatha Christie

Cuando hablamos de la escritora Agatha Christie todos pensamos en la “dama del suspense”, en la figura que creó un punto de inflexión en la literatura de misterio y que dio vida a personajes ya emblemáticos de nuestro acervo cultural como Hércules Poirot o Miss Marple.

Sin embargo, para la gran mayoría de ciudadanos es desconocido el hecho de que de su pluma también salieron novelas de amor.

Sí, como lo lees. Christie no dudó tampoco en dar forma a bellas historias de pasiones y romances. Pero el motivo de que no sea demasiado popular esta circunstancia es que no las publicó con su nombre, sino que lo hizo con el de Mary Westmacott, presumiblemente porque, al ser considerado el género romántico como “inferior”, no quiso dañar su imagen de autora seria y referente en la literatura.

Entre las novelas de amor más importantes que llevó a cabo, que fueron en total seis, podemos destacar las siguientes:

Un amor sin nombre. En el año 1930 fue cuando se presentó oficialmente este libro, el primero que aquella publicó de esa temática y con el citado seudónimo.

El personaje protagonista no es otro que Vernon, un compositor de gran talento que no está viviendo una de sus mejores etapas. Y es que no sólo tiene que hacer frente a una baja autoestima y carencia de confianza en su trabajo sino también al triángulo sentimental en el que se encuentra inmerso.

En concreto, a nivel personal, tiene serias dudas sobre con cuál de las mujeres que forman parte de su existencia quedarse: Jane, una cantante de ópera que le aportaría toda la madurez y el talento que él necesita, o Nell, una joven hermosa que conoce desde la infancia y que le da la frescura y vitalidad que requiere.

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Lejos de ti esta primavera. No menos crucial dentro de la bibliografía escrita por Mary Westmacott, alter ego de Christie, se encuentra esta narración de 1944.

La historia arranca cuando, después de haber pasado un tiempo en Bagdad junto a su hija Bárbara y a su yerno, Joan Scudamore decide regresar a Londres. Lo hace tras un viaje lleno de incertidumbres, de aventuras y de vicisitudes que le cambiarán para siempre.

De ahí que al volver a su tierra natal, ya todo sea diferente junto a ella y en ella. Su vida irá tomando derroteros inesperados y eso le servirá para descubrirse a sí misma.

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La rosa de sangre. 1948 fue, por otra parte, cuando se produjo la publicación oficial de esta novela que toma como protagonista indiscutible a John Gabriel. Él es un donjuán empedernido, embaucador de mujeres y con sed de poder que está a punto de morir.

En ese instante es donde el lector asiste a un repaso por la historia de la vida de aquel. En concreto, permite conocer que aquel llegó años atrás a la población de St Loo con la vitola de héroe de guerra colgando en el pecho.

Una circunstancia aquella que no sólo le abrió las puertas de la alta sociedad sino que provocó que despertara admiración y ensimismamiento entre muchas féminas. No obstante, entre ellas hubo una que se vio arrastrada por completo por los encantos de Gabriel y que sufrió lo indecible por esa pasión, Isabella Charteris.



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