Relectura de «Ojos y capital» de Remedios Zafra (Consonni)

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Cuando leí por primera vez «Ojos y capital» el impacto fue rotundo. Desde entonces han pasado varios años y puedo decir que es uno de los libros más releídos de mi biblioteca. Lo que me interpela de Zafra no es tanto los temas que atraviesan su pensamiento (aunque también) sino la forma, la estética en la que se enfrenta a cada pregunta, a cada posibilidad. La sensibilidad de su discurso es infrecuente sobre todo en el género ensayístico. En ella todo es pulso, piel, tacto, y cada reflexión no sólo se encuentra desarrollada con perspicacia e inteligencia sino que además nos permite sentir la fuerza del lenguaje y del pensamiento de una forma peculiar. A raíz de un trabajo que debo realizar he vuelto a zambullirme en la voz de Zafra y he sentido el impulso de reescribir mi propia lectura, publicada en este mismo sitio hace unos años. Una nueva visión sobre el mismo libro. La luz que se refleja hoy para mí, en esas páginas. Ojalá que te anime a leerla.

Los dos caminos que nos atraviesan

«Ojos y capital» se va hilando por dos caminos que trasncurren de forma paralela, pero que en determinados puntos se unifican, para volver a bifurcarse. Dichas líneas simulan nuestra forma de estar y de pasar por este mundo. Un camino sobre lo que creemos que somos y la forma en la que gestionamos nuestra manera de estar en el mundo. El otro, sobre lo que los demás piensan que somos: que viene a representar la forma en la que nos mostramos. Y en el medio de esas dos vías, un réctangulo infinito, lleno de malezas donde va a parar lo que sentimos, lo que amamos, lo que deseamos, aquello que realmente simboliza lo que somos y en lo que a causa de vivir expuestos a una cultura de ruido y de postureo, apenas nos detenemos.

Me han pedido para una cosa que escriba sobre un libro que me conmueva especialmente. No ha sido una tarea fácil, y a la vez sí. La forma en la que finalmente lo hice fue buscar en mi biblioteca los libros más leídos y releídos. Ahí estaba: «Ojos y capital» de Remedios Zafra (Consonni); en cuanto lo vi supe que era él. Es una de las lecturas más fascinantes que he hecho en los últimos años; un libro donde me encuentro cada vez que necesito pensarme en esta realidad apabullante que nos atraviesa (y atravesamos); donde intento encontrar paz en un mundo cambiante donde parece que el buen gusto y las emociones no están a salvo.

Al pensar en libros que me gustan, generalmente intento decantarme por aquellos que no sólo me iluminen en lo personal sino que también me permitan una revisión de lo colectivo. «Ojos y capital» cumple con creces con ambos objetivos. Podemos leerlo como si nos asomáramos a una ventana a través de la cual podemos observar el mundo que habitamos con una cierta perspectiva. La literatura no sirve si no nos ayuda de alguna forma a mirar a los otros y a vernos reflejados en ellos. «Ojos y capital», en ese sentido, es un libro que permite y anima a la observación de los otros y de sus voces. No sólo a los otros y sus caminos trazados, sino a esa realidad escondida, el sendero en sombras entre lo que los otros piensan que son y lo que muestran. Es decir, lo que los otros realmente son.

Reflexión sobre lo ausente

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La importancia de ver a los otros y de ser vistos es el punto principal sobre el que reflexiona Zafra en «Ojos y capital». Los mecanismos que nos llevan a buscar detrás de la pantalla alguien que pueda entrar en nuestro cuarto propio, en nuestra intimidad, y que nos ayude a construir una realidad ficticia, a modo de escape frente a la verdadera realidad que cada vez resulta más insoportable. En esa creación de identidades que sirvan de ventanas se establecen códigos nuevos, formas nuevas de entender la vida y de relacionarnos con los otros. Sobre todo ello se planta Zafra y escribe un ensayo que es un documento imprescindible de nuestro tiempo.

Entre los puntos más interesantes y que más me interpelan de este libro, lo ausente, esa mirada que Zafra dedica a aquello que no puede materializarse en la red es lo que despierta mayor interés: la distancia que la pantalla elimina, vuelve a dibujarse cuando la materia despierta y lo que tenemos frente a nosotros es una pantalla, no es el olor, la piel, el rostro de ese que amamos y a quien deseamos tocar.

Lo ausente que es una nueva constancia de la realidad, de esa realidad ficticia que sana-salva, repercute en otros aspectos de la vida y genera en quien lo experimenta nuevas maneras de entenderse, de entender a los otros. Esto genera también un cambio en la intimidad; donde lo que se desea está siempre latente a golpe de pantalla y lo que se desea no se materializa. Así la pantalla contiene el deseo y permite nuevas formas de querer, y con ellas nuevas formas de sentir el vacío de lo que se anela. Esa obra «Loading» de Jan Ekato lo dibuja muy bien, y en ella se apoya Zafra para poner en palabras el vacío de la distancia.

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Pronombres personales en un mundo capitalista

Tú. Yo. Nosotros. Las nuevas herramientas también alteran nuestra forma de interactuar con los otros en el campo político y social. No se puede conjugar del mismo modo, como no se puede esperar que lo colectivo signifique lo mismo.

Entre los elementos interesantes de la narrativa de Zafra hay que señalar el carácter disciplinar. En sus libros cabemos todos, porque ella se apoya en las observaciones de otros pensadores (tales como la genial Laura Bey) pero también en documentos que provienen del mundo contemporáneo, capturas de vídeos, chats, elementos propios del mundo conectado, arte vinculado a la explotación del mundo online. Internet es para ella una fuente de inspiración, de documentación y de expresividad, que le permite desarrollar obras únicas, eclécticas y llenas de reflexiones urgentes y valiosas.

Quiero terminar con una frase que no pertenece a este libro pero sí a Zafra. Un extracto de «La vida al lado de nosotras mismas» publicado en El País. La escritura como espacio en el que decir, o no. La escritura como salvamento en un mundo que se hunde. Sobre todo ello también va «Ojos y capital». Sobre todo ello habla Zafra en casi todos sus libros. Y son todos necesarios. Tenemos que leerla más.

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