Recordamos a la inmensa Rosa Chacel, en un nuevo aniversario

Rosa Chacel

Alcancía. Ida es la primera parte de los diarios del exilio de Rosa Chacel. Puede leerse como una autobiografía pero no es sólo eso. Nos permite acercarnos a la intensidad de toda su obra literaria, y nos invita a acompañar a la autora en un viaje fascinante hacia su conciencia de vida. Este 27 de julio se cumplen 31 años del fallecimiento de una de las escritoras más significativas de la Generación del 27. En este artículo repasamos los hitos de su vida y dejamos atravesarnos por algunas de las impresiones de la lectura de sus diarios.

Una mujer que no se dio por vencida

Se suele decir de Chacel que era una mujer amargada, difícil, arisca. Todas estas ideas que han acompañado siempre la descripción de las mujeres valientes, capaces de ser artífices de su destino. Para conocer de verdad la visión de Rosa Chacel conviene acercarse a su obra Alcancía. Ida y vuelta, donde podemos reconocer la marca del exilio sobre su psique y su obra. Recientemente la editorial Blatt & Ríos ha sacado una edición magnífica de Alcancía. Ida, que queremos recomendarte mucho.

Rosa Chacel nació Valladolid el 3 de junio de 1898. Desde muy pequeña manifestó un espíritu crítico y una vocación artística que la llevarían a transitar espacios inusuales para una mujer de su tiempo. Comenzó su formación en Madrid donde intentó convertirse en escultura (en una época en la que no existía posibilidad de dedicarse a este oficio siendo mujer) y consiguió cierta visibilidad. Pero pronto descubrió sus cualidades para la escritura y se inclinó por este otro oficio. Durante los años veinte, se integró en los círculos literarios e intelectuales que darían lugar a la llamada Generación del 27. Y aunque su figura no fue reconocida con la misma fuerza que la de sus compañeros varones, no pasó desapercibida.

La llegada de la Guerra Civil Española, marcó un antes y un después en la vida de Chacel, que se posicionó del lado republicano y se vio obligada a exiliarse para ponerse a salvo. Durante este período vivió en Francia y Brasil hasta que finalmente se estableció en Buenos Aires. En esta ciudad vivió su etapa de madurez y escribió la mayoría de sus obras destacadas. Como exiliada, experimentó la precariedad económica, la enfermedad y la soledad. En sus memorias relata incluso episodios de pérdida de conciencia en la vía pública, producto de una crisis nerviosa que apenas podía nombrarse, y conmueve profundamente leer la forma en que dichas circunstancias la marcaron durante este período. Pese a ello su obra no se detuvo. Desde el exilio reflexionó sobre la lengua, la memoria y el cuerpo femenino como espacios de resistencia.

El gran acierto de su obra es que se apartó del costumbrismo tan dominante en aquella época para ofrecer una escritura desafiante y rigurosa, una mirada crítica sobre el mundo y las relaciones. Cultivó diversos géneros —novela, ensayo, poesía, memorias— en los que plasmó una visión reflexiva a la vez que contundente que nos permite entender los diversos filamentos que conforman aquella época, en lo social y en lo literario. Basta acercarse a Estación, Memorias de Leticia Valle o La sinrazón para descubrir una voz potente e inigualable.

En 1977 Rosa Chacel regresó definitivamente a España. Aunque llegó en silencio pronto fue reconocida como una de las voces importantes de su generación y recibió el reconocimiento que se merecía, aunque de forma tardía. Fue galardonada con el Premio Nacional de las Letras en 1987 y se convirtió en referente para nuevas generaciones de escritoras. Posteriormente hubo un nuevo período de desmemoria hasta que, desde hace unos años, se trabaja por reinvidinciar la voz y la literatura de esta maravillosa escritora.

Rosa Chacel

Una de las autoras destacadas de la Generación del 27

«Alcancía. Ida», de Rosa Chacel (Blatt & Ríos)

Rosa Chacel es una de las voces más lúcidas y complejas de la literatura española del siglo XX. Paradójicamente, como les ha ocurrido a tantas autoras del período franquista, su voz se ha ido desdibujando por la falta de atención que la crítica y el mundo de la literatura han demostrado. Afortunadamente, en los últimos años se ha ido recuperando el interés a través de la reedición de su obra y sus memorias. Su vida se divide en cuatro etapas muy bien diferenciables: su infancia en Valladolid, su adolescencia y primera juventud en Madrid, el exilio como una marca indeleble y su regreso a España con la llegada de la democracia.

Alcancía. Ida desde el propio título ya nos está hablando de la mirada lúdica y profunda de la autora. Ha encontrado en esta palabra una forma de pensar en la memoria, de mencionarla como un espacio en el que se van acumulando las experiencias y que deben ser recuperadas e identificadas, como las monedas de una alcancía, de una hucha, de un chanchito. Eso es lo que contiene esta obra escrita desde el exilio; supuso un ejercicio de memorización por parte de la autora, para reencontrarse con las experiencias más significativas de su vida, desde el trayecto inicial de su escritura hasta el regreso, pasando por el dolor y el desencanto.

Una de las cosas más interesantes de esta obra es el retrato íntimo de una época, sobre todo de la vida en Buenos Aires a principios de siglo XX, la soledad a la que se vio empujada, el deseo de escribir y cierta imposibilidad emocional para hacerlo. Hay una verdadera pregunta en torno a las razones de la escritura y el proceso de creación de una obra desde su bosquejo hasta que finalmente se materializa. A través de las lecturas podemos encontrarnos con una autora deslumbrante y, sobre todo, con una mujer que, sin encajar en los moldes de su tiempo, decidió pensarse y contarse desde una decisiva y radical libertad.

Rosa Chacel era una mujer segura de sí misma y poco propensa a los halagos sin sentido. Su escritura se desarrolla en esa misma línea: no hay complacencia o deseo de agradar, lo que encontramos es una mujer que está todo el rato pensando que pudo haberse equivocado, que su mirada es clara pero no única, y que intenta corregir ciertas actitudes del pasado. Pero quizás lo más interesante de este libro es que propone una reflexión interesantísima sobre nuestra relación con el lenguaje, la escritura en sí y nuestra identidad. Chacel falleció en Madrid el 27 de julio de 1994. Nos queda su obra. No olvidemos la maravilla y la luz que supuso que habitara en aquel mundo sórdido de principios de siglo una mujer inteligente y sensible como ella. Todo lo que tenemos es una construcción constante que heredamos y continuamos. Que no se nos olvide.

"Alcancía. Ida" de Rosa Chacel (Blatt y Ríos)

Las memorias de Rosa Chacel



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