La poesía de Ángela Figuera Aymerich

A ciertos poetas he llegado en el momento oportuno. Como si toda la vida hubiera tenido que aguardar este preciso instante para internarme en una obra que me sacudiría. Me sucedió con Juan Ramón Jiménez cuando era una niña y él me descubrió el primer duelo. Ahora me ha ocurrido con Ángela Figuera Aymerich. En el medio muchísimos autores han llegado a mí para animarme, para contradecir mi desaliento, y a veces, para fijarlo. Leo a Ángela con la voracidad de quien necesita respuestas y aunque no las encuentro, porque su poesía es un constante descubrir preguntas sobre la existencia, me reconforta su poesía, me abriga esa sensación de que en la palabra podemos sentirnos a salvo.

Nacer (y amar) en tiempos de guerra

A Ángela Figuera Aymerich, como a tantísimas otras mujeres, le toco nacer en una época donde el patriarcado controlaba todos los caminos posibles al desarrollo emocional e intelectual, impidiendo que las mujeres formaran parte de esa sociedad que se estaba gestando. Pero a diferencia de tantísimas otras, Ángela se rebeló. Inició una búsqueda y se alió con otras mujeres que deseaban también formar parte de la sociedad en su sentido más amplio, accediendo a una educación superior, imponiendo una mirada de igualdad de sexos, deseando una vida en libertad.

Ángela consiguió graduarse en Filosofía y dedicó su vida al desarrollo de una carrera poética. La muerte, sin embargo, se prendería a su vida como un abrojo y después de perder a su primer hijo la vio en los ojos de muchísimos amigos cuando el golpe militar abrió en canal el sueño republicano y destruyó esa semilla que se venía gestando y permitía creer en que era posible una sociedad igualitaria y evolucionada.

Pero la desesperación no la destruiría por completo. La lucha de Ángela le permitió dar a luz varias obras, la mayoría de ellas muy intimistas, pero en las que se percibe una mirada sobre la discriminación y la opresión del patriarcado. Así lo descubrimos en obras como «Mujer de barro», «Los días duros», «Víspera de la vida», «Otoño» y «Toco la tierra».

En la poesía de Ángela Figuera Aymerich he encontrado una fuerza femenina poderosa. Por sus versos se cuela la rebeldía contra un sistema autoritario y patriarcal donde la voz cantante la tiene el hombre. En ella todo es pasión que se arrima a las circunstancias y las desdice.

 

Entre la obsesión y la materia

La búsqueda fundamental de Ángela está puesta en la libertad,en la posibilidad de vivir sin la culpa. «Culpa» es uno de sus poemas más impactantes, donde se pone en palabra el duelo y el miedo de no haber hecho lo suficiente por salvar a su hijo. Pero más allá del dolor aflora la necesidad de persistir, esa pulsión vital que nos sobrecoge incluso en esos momentos en los que todo parece desmoronarse.

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Seguir pujando por la vida con el hueco. Esa parece la gran necesidad de Ángela, su empeño puesto en la riqueza material de la experiencia, en el placer, en el deseo consumado, pero sobre todo, en la posibilidad de ser independientemente de lo que hayan planeado para nosotras.

La guerra, que modifica la vida, que atrapa en sus fauces la ternura y nos obliga a la violencia, a la vida cueste lo que cueste. Que impone una mirada sobria, incapaz de encontrar brillo donde antes lo había. Y en medio de eso, la búsqueda poética que no se detiene.

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La mirada feminista de Ángela, en tiempos de guerra y de opresión me parece alumbradora. En ella todo es violencia que se resiste a ser oprimida. Asimismo es un anteponerse a la violencia natural que ha puesto sobre nuestros hombros la naturaleza: hembras obligadas a parir, teniendo en sus manos la supervivencia de la especie. ¿Por qué todas sucumben a la servidumbre de la especie?

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En Ángela, la poesía fluye metálica, llena de babas, de materia, de tierra. Hay una insistencia en la experiencia corporal de la vida pese al deseo que puja por plantarse en un espacio donde el dolor no pueda alcanzarla, donde la ausencia no sea ese hueco inconmensurable, donde la libertad permita un vuelo distinto. El verso, no obstante, es materia que se desprende de la carne.

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Hay detrás de la palabra una mujer que sufre,ama, vive, pero también y sobre todo que se pregunta. Su pasión por la filosofía y la metafísica le permitieron escribir versos de una crudeza y una luminosidad inexpugnable. La pregunta nos salva, y eso lo entendió Ángela a tiempo.

Y vuelvo a la pasión y a la tragedia de Ángela, para hacerlas mías, mientras la vida me desboca la esperanza intento asirme a esa pregunta-fuego que me mantiene en vilo.

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