Ana María Matute aconseja a los autores

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Ya escribí sobre ella en varias ocasiones. Considero no sólo que es una escritora fantástica sino que, además, es una persona preciosa, llena de vida y una verdadera renovadora de las letras hispanas. Algunos de sus entrañables personajes son imprescindibles para comprender la historia de España.

En la inauguración de una nueva biblioteca en Carabanchel, Ana María Matute se acercó y dio un precioso discurso, directo al corazón de los que amamos las letras. A continuación hablaremos, una vez más porque nunca es suficiente ni tampoco demasiado, sobre esta caudilla de las letras castellanas.

Entre bibliotecas

En el discurso que Ana María Matute ofreció como motivo de la inauguración de la biblioteca en Carabanchel que lleva su nombre, invitó a todos los presentes a acercarse a las letras. En la misma expresó que aunque a veces los escritores se odian, los libros nunca lo hacen, dijo:

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Expresó también que trabajar como bibliotecaria sería para ella similar a habitar un silencio hecho de palabras y, por supuesto, estar como en casa. Éste es el concepto que tiene de las historias, de la literatura y de la magia que puede encontrarse en este precioso arte.

Esta simple frase puede sonar a cliché o a cuento de hadas mal acabado, sin embargo dicho por esta mujer, con el cabello absolutamente blanco pero con una lucidez poco común, resulta una verdadera consciencia de lo que la entrega a este trabajo puede producirnos, un placer absoluto y una constante sed de conocimientos y búsqueda del silencio.

La infancia, la guerra, la lucha

Muchos de los que la conocen saben que Ana María nunca se sintió a gusto con la sociedad, siempre atenta a cuestiones que escaparan a la realidad, incapaz de sentar cabeza en la forma en la que el mundo entiende este concepto y entregándose de forma absoluta a su creatividad.

Sin embargo, también quienes la conocen saben que, pese a sus intentos de crear realidades alternativas para evadirse de la propia, siempre un grado de cordura y racionalidad la llevó a imponerse, a enfrentarse a su cotidianidad y a hablar sobre lo que veía, a criticar lo insensato y, sobre todo, a denunciar la crueldad y las falsas barreras que a través de la educación intentan inculcarnos a todos como inamovibles.

Como a la mayoría de los escritores de su generación (los niños de la guerra), la guerra fue uno de los hechos más lacerantes y que más marcó el devenir de su vida y por ende, de su literatura. En obras como «Los soldados lloran de noche» y «Los hijos muertos» podemos encontrarnos con una descripción absolutamente llana del sufrimiento y la crueldad presente en la realidad de dos períodos indivisibles de la historia de España: la guerra y la posguerra.

En su obra, la guerra se hace presente de una forma atroz, directa, espeluznante. Los personajes que la padecen se ven condenados al desarraigo, a la tristeza, a la pérdida de los seres queridos e incluso, en muchos casos, de la propia memoria. Pese a todo, como es una mujer positiva, al referirse a ella, con los ojos llorosos, cabe mencionar. Dice:

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El desarraigo fue algo muy presente en su vida, no sólo a causa de sus enfermedades sino también de la situación familiar, ya que a causa del trabajo de su padre pasaba una temporada en Madrid y otra en Barcelona y asegura que en esa época sentía que era una niña de ninguna parte.

Salirse de las normas

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A la Matute no le gustan las etiquetas, de hecho, considera que no hay diferencia entre la escritura de un hombre y la de una mujer, sí entre las personas que se encuentran detrás de cada obra. Esta forma de pensar, tan auténtica y que le habrá ganado seguramente más de un enemigo (los conservadores a rajatabla) puede verse reflejada en toda su obra, donde los personajes intentan salirse de las normas para vivir de forma libre y ser realmente felices.

La búsqueda de la libertad, desestimando las estructuras y los mandatos es seguramente el rasgo más característico y resaltable de toda su obra y que, personalmente, me produce más admiración de esta fabulosa escritora.

Muchas mujeres la toman como referencia porque supo hacerse un espacio en la literatura, en tiempos en que para las mujeres no era sencillo ser reconocidas, aferrándose a esto muchos tildan a la Matute de feminista; ella responde a todo esto diciendo que es mujer, porque nadie puede escapar a lo que le ha tocado, pero que no cree que sea necesario dividir tanto las cosas.

La indiferencia del mundo

La Matute expresa que alguien que no ha pasado por una depresión no puede saber cómo se siente eso. Ella lo sabe, pasó casi 20 años sin poder escribir una sola palabra, e incluso fue olvidada por el mercado editorial.

Cuenta Ana María Moix, una amiga y otra escritora española increíble, que en ese período incluso era difícil encontrar sus libros en las librerías; si se tiene en cuenta que era la autora que había ganado el Nadal y el Nacional siendo mujer (en aquel período) y además joven, es inconcebible que se la haya dejado a un costado cuando sus fuerzas flaqueaban. Moix dice:

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Pero la depresión no fue su primera enfermedad ni la última. Su salud es sumamente frágil y ha debido someterse a decenas de operaciones, consiguiendo siempre reponerse de forma asombrosa. Es que también la enfermedad se encuentra muy ligada a su obra.

Desde pequeña su vida estuvo marcada por diversas enfermedades. Cuando tenía 5 años debió dejar durante un tiempo prolongado la escuela a causa de una enfermedad renal y fue en ese momento en el que comenzó a creer sus propios mundos y personajes. Tres años más tarde fue asediada por otra enfermedad (de la que es muy poco lo que he podido averiguar) y se fue a vivir a La Rioja, donde sus abuelos tenían un campo, ahí cuando su vida corría un grave peligro, la Matute encontró su refugio en las letras, ese mundo que como expresó varias décadas más tarde, todavía desconocía que se llamaba literatura.

Otro elemento muy presente en su obra es el bosque, el descubrimiento de la naturaleza, de la vida salvaje fue imprescindible para su creación, así como también el encuentro con otras realidades diferentes a la suya, la de los niños más desfavorecidos, los que debían trabajar para ganarse el pan o vivían pendientes de asuntos que a ella no debían preocuparle. Esto la marcó considerablemente, tal es así que dedicó una especial atención en su obra a las clases más desfavorecidas, pero ése será tema para un futuro artículo.

Para terminar quiero quedarme con algo que expresó en el discurso que dio al hacerse cargo de su sillón «K», frente a los miembros de la la Real Academia Española en 1998. Dijo:

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Comentarios1

  • Elsy Alpire Vaca

    Un hermoso artículo que no da cuenta sobre una gran escritora española y nos muestra el grado de su sufrimiento para alcanzar el sitial que hoy ocupa en la historia de las letras castellanas, Gracias.



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