«Los sorrentinos», de Virginia Higa —Editorial Sigilo—

Pasión. Color. Vitalidad. Ternura. Estos adjetivos valen tanto para la historia como para la delicadeza con la que se halla escrita «Los sorrentinos», de Virginia Higa (Editorial Sigilo), una novela en la que muchos podremos vernos reflejados y llenarnos de melancolía.

«Los sorrentinos», de Virginia Higa —Editorial Sigilo—
 
Leer «Los sorrentinos», de Virginia Higa (Editorial Sigilo) es internarte en la intimidad de un grupo de personajes que se mantienen unidos a causa del común desarraigo y del placer gastronómico. Una intimidad que se estrena como una entretenida historia familiar, y que se va transformando, a medida que avanzamos en la lectura, en el registro de las señas que deja en los individuos la extranjería, y a la vez en el mapa de una patria construida desde la familiaridad de la extrañeza. Una novela deliciosa que te deseo profundamente.
 
 

Donde termina la familia, empieza la cocina

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«Los sorrentinos» narra la historia de la familia Vespolini; descendientes de inmigrantes italianos que se han asentado en Mar del Plata, donde tienen una posada famosa por sus exquisitos sorrentinos. Disfrutamos así de una entretenida trama que nos ayuda a entender la realidad que cada integrante ha sabido amasar(se). La novela se construye de las anécdotas familiares, los pactos silenciosos y las frustraciones que experimentan los personajes, y nos invita a conocerlos y quererlos desde la intimidad que ofrece el calor de una cocina.

En cierta forma podría tratarse de una novela transgeneracional, aunque más que hacer hincapié en los diversos lazos familiares intenta ir más allá; a las razones por las que las personas se sienten condenadas, controladas, incapaces de salirse de un rol específico. Por eso creo que no hay que leerla como una historia de familia sino como la búsqueda de la identidad personal de cada uno de los personajes que la habitan, y de nosotros como lectores.

Si bien la historia se centra en el Chiche (el dueño de la «Trattoria Napolitana»; el lugar principal en el que se desarrolla la acción), se va ramificando hasta abarcar la vida de muchos y diversos personajes. Asimismo va creando un movimiento espectacular de saltos temporales, y pasa de hechos insustanciales de la vida cotidiana a situaciones complejas y dolorosas, permitiendo de este modo que todos los personajes se revelen, en lo bueno y en lo miserable.

Es la vida de una familia que narra esa melancolía que hemos heredado, pero es también, y sobre todo, el sentimiento íntimo de desarraigo que se instala como eje de identidad, generación tras generación. Ese desarraigo que también es riqueza cultural, y es saberse siempre camino a casa.

Y no me quiero dejar fuera la importancia que la gastronomía, y sobre todo los sorrentinos ocupan en esta deliciosa historia. A medida que leemos se nos hace agua la boca al leer nombres de platos y formas distintas de prepararlos. En mi caso, que soy amante de la cocina, la lectura ha despertado también la curiosidad y creatividad culinaria. De hecho, creo que he engordado un par de kilos desde que comencé a leerla. Y es que la forma en la que Higa se extiende a lo largo de la mesada de la cocina de la posada del Chiche y cuenta cómo deben hacerse las cosas, es realmente genial.

Sorrentinos de seitán para acompañar esta novela exquisita

La herencia que no se regala

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Hace un tiempo mi amigo Pablo Di Marco –escritor de esa novela preciosa que es «Tríptico del desamparo» (Odelia Ediciones)— me dijo que los argentinos somos los latinoamericanos más europeos. Este rasgo no es necesariamente positivo. De hecho, según como se mire puede entrañar una característica muy negativa: es un país que ha construido su identidad con sangre (fomentando la inmigración para masacrar a los nativos y arrebatarles sus tierras). Así que es muy triste, cuando una se pone a pensar en todo eso, sentirse parte de ese terruño.

Pero negar aquello que nos forma es una forma estúpida de vivir, así que asumiendo lo que somos, lo que hemos hecho y lo que podríamos hacer quizá encontremos algo de luz para el futuro. Y esa búsqueda de raíces, de sueños truncados y trenzados, es lo que parece haberse propuesto Higa, sorprendiéndonos con una novela que tiene humor, crítica social y mucha pimienta y harina. Un laborioso trabajo de escritura que nos entra por los ojos, el olfato y el paladar.

Otro elemento característico de esa identidad es una mirada siempre puesta en otro sitio, una manera de vivir en el pasado que nos han narrado, y de mirar al futuro con los ojos siempre bizcos. Esa peculiaridad de la identidad argenta siempre me ha parecido un poco literaria, quizás porque tiene mucho de idealización y de cuento (se ha gestado de esas ficciones que hemos escuchado, que nos han servido de timón a lo largo de la vida y en las que siempre los protagonistas son otros, pero podríamos haber sido nosotros).

También hay algo de esto en esta novela. De esa mirada idealizada, del peso de la tradición, y ese lastre por momentos amenaza con apoderarse del discurso. Sin embargo, la forma limpia y auténtica con la que Higa enfrenta la narración parecen solventar esos chispazos de idealismo hereditario.

Nadie debería perderse esta pasta tierna y sabrosa que ha amasado Virginia Higa

El color del lenguaje que sabe a pasta

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Lo más sorprendente de este libro es el lenguaje. Con una cercanía y el uso de un discurso que está a mitad de camino entre la ternura y la rotundidad del discurso coloquial, Higa construye un árbol de personajes que se relacionan, que se quieren, que se odian, que sufren, que sueñan y, sobre todo, que añoran una vida y unos colores distintos. Creo que este es el punto fuerte del libro: esas voces que se elevan mientras las bocas disfrutan de los sabores inventados que han servido para mantener en pie la noción de hogar. Me pregunto de qué otra forma se puede contar una historia de familia despatriada que vive con un pie en Argentina y otro en Italia.

Higa juega también con una noción de realidad ficcionada que me ha parecido muy interesante. Partiendo del invento de que la familia Vespolini ha creado los sorrentinos, va construyendo una historia que podría encajar perfectamente en el plano de lo real. La búsqueda identitaria se teje de ficción; porque esas historias que nos han narrado desde pequeñas vienen dotadas de una magia, de una fábula, que la realidad no puede ofrecernos. Al apoyarse en esa cualidad que tiene toda ficción y toda extranjería, Higa nos ofrece un relato hipnótico, regado de melancolía y de tristeza, pero también de cuento.

¡Les deseo a todas y todos la lectura de «Los sorrentinos» de Virginia Higa, puesto que es una novela-festival de platos y verbos, sensualidad literaria y placer gustativo!

«Los sorrentinos», de Virginia Higa —Editorial Sigilo—
 
 
 
 
LOS SORRENTINOS
Virginia Higa
Editorial Sigilo
978-987-4063-61-8
152 páginas
15,00 €



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