Literatura y feminismo

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Literatura y feminismoEsta frase de Simone de Beauvoir fue para mí como una de esas flechas que se te clavan dentro y te cambian la vida para siempre.

En mi casa de infancia el patriarcado era tan poderoso que la voz de mi madre apenas se escuchaba. Durante muchos años estuve enojada con la violencia y la autoridad forzada que los hombres de la casa imponían en la vida familiar, y los culpé a ellos del desequilibrio que reinaba entre hombres y mujeres. Pero esa frase de Simone me abrió un mundo y me hizo comprender que los cómplices pueden ser enemigos más letales que los propios enemigos: las mujeres que asumen su rol de madres, amas de casa y cuidadoras, sin cuestionarlo.

En la literatura hay demasiadas cómplices del patriarcado pero no centraré mi texto en ellas, sino en las otras: mujeres y hombres que alzan su voz para luchar contra el discurso hegemónico. Sobre ellas escribo hoy y sobre la importancia de abanderarnos con la igualdad a la hora de escribir.

Literatura y feminismo

El feminismo como espacio de libertad

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Entre literatura y feminismo existe una larga relación y hay numerosos textos interesantes que considero de primordial lectura. Quisiera, como punto de partida, recomendaros dos artículos breves pero contundentes que pueden ser sumamente reveladores: «Discurso feminista y literatura: antecedentes bibliográficos», de Claudia Gómez Cañoles y «Literatura y feminismo», de Patricia Ward. Algunos puntos de este texto hacen pie en estos artículos; otros, los refutan.

Cuando se habla de literatura feminista no se está haciendo referencia específicamente a la literatura escrita por mujeres, que para ello ya existe un discurso que lleva el título de literatura femenina. Cuando la literatura feminista intenta plantar las bases de una crítica rotunda a las leyes y a los estereotipos establecidos socialmente por el patriarcado, la literatura femenina intenta reafirmar las diferencias entre hombres y mujeres en detrimento de los primeros.

Ambas suelen negar o criticar el trato que recibe la mujer en la sociedad, e incluso ambas aseguran apostar por la igualdad, pero la literatura femenina se centra en los estereotipos y, sin quererlo quizá, parece reafirmarlos. Esto, por irónico que pueda resultarnos termina cerrándose en un círculo rotundo que apuntala aún más los cimientos del patriarcado. La literatura feminista, por su parte, busca respuestas a ese desequilibrio y aunque acepta las diferencias obvias entre hombres y mujeres, intenta demostrar que estas diferencias no son las causas del desequilibrio, sino la reiteración de los mecanismos de opresión.

La literatura feminista se construye y concibe como un espacio de desarrollo en el que se crean estrategias de resistencia frente al patriarcado y que sirven, a su vez, para redefinir nuestro ser y estar en este mundo, como seres individuales y libres. La literatura femenina ratifica el poder del patriarcado.

Literatura y feminismo

Escribir desde la libertad es hacerlo desde el feminismo: entendiéndose como tal el deseo de que exista una balanza equilibrada donde oportunidades y méritos se distribuyan de forma equitativa entre hombres y mujeres; donde lo que se valore sea la calidad de la pluma y no el tamaño del bulto debajo de los pantalones. Este es el punto de partida de la lucha que se lleva a cabo a través de la literatura feminista: un espacio donde el objetivo fundamental es la apropiación del discurso femenino, no como un método de reivindicación de la cosa femenina sino más bien, de dilución de las barreras de género.

Llegados a este punto es imprescindible señalar que escribir desde el feminismo puede ser una decisión algo arriesgada y en cierto punto peligrosa. No lo digo tanto por lo que se produce en nosotros a la hora de crear sino por la responsabilidad que implica.

Autodefinirnos como feministas es pararnos en un vértice donde se rompe con un sistema opresivo; por tanto, escribir desde el feminismo debería significar hacerlo no sólo en oposición al machismo sino también al capitalismo y al sistema dominante, con todo lo que ello implica. En pocas palabras, ser feminista debería implicar abogar por la libertad en todas sus vertientes; de lo contrario, estaremos adoptando una postura egoísta y no estaremos comprometiéndonos de verdad con la realidad.

Pero es importante señalar que la literatura feminista no siempre es contestataria; si bien se da siempre esa búsqueda de un lenguaje más identitario que generalmente se independiza del lenguaje impuesto por el patriarcado, su objetivo fundamental es dejar constancia de la experiencia social, psicológica, espiritual y estética que se desarrolla fuera de los límites del discurso hegemónico. Y dentro de este régimen podemos encontrarnos con textos de corte intimista y ficciones que ofrecen una tendencia lingüística y sintáctica que apuesta por la abstracción y la subjetividad; y que se caracteriza fundamentalmente por la apropiación del lenguaje y la libertad expresiva.

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La verdadera libertad del lenguaje

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¡Matar al ángel del hogar! Me parece una forma preciosa encontrada por la Woolf para expresar los fundamentos del feminismo en la literatura: la escritura como método de crítica contra los mandatos y los roles que hombres y mujeres debemos asumir si queremos continuar ligados a nuestra sociedad. En este punto radican los objetivos básicos de la literatura feminista, cuya importancia es fundamental si deseamos vivir en un planeta más justo, donde hombres y mujeres accedan por igual a las oportunidades.

Al apostar por un nuevo lenguaje, las autoras se enfrentan al discurso falocéntrico y dialogan con él para conseguir reconvertirlo, redirigirlo o reescribirse en un nuevo discurso. A este juego con el lenguaje se le conoce como polifonía de discurso, bitextualidad o voz dual; y representa uno de los temas que más discusión y aportes han otorgado al discurso feminista.

La mayoría de los textos sobre literatura feminista se apoya en la importancia de esta dualidad, de la necesidad de la mujer que se posiciona desde la diferencia para representarse a sí misma. Y es que siempre que construimos un discurso tenemos que posicionarnos en un lugar en contraposición a otro: de hijo o padre, de rico o pobre, de patriota o extranjero. Y es esta oposición la que nos permite encontrarnos y redescubrirnos a través del lenguaje.

Por otro lado, siendo que hombres y mujeres durante siglos han vivido a la sombra de esa imagen que el patriarcado impone sobre los roles de género, es evidente que unos y otros para reescribirse tengan que cuestionar la tradición. Pero esa conversación puede derivar en un discurso estructurado o uno libertario. Y aquí radica uno de los errores de algunos intelectuales que se asumen feministas; aquí el camino se bifurca ofreciendo dos tendencias absolutamente opuestas entre sí. Pienso que es muy importante que tengamos presente que la deconstrucción de ese discurso no debería derivar en el surgimiento de la voz femenina, sino como lo dijo Virginia Woolf, de una voz asexuada, andrógina, pluralista. Cuando desde el feminismo alcancemos esa voz, habremos abrazado la libertad.

Sobre las grandes obras del feminismo, esos hombres y esas mujeres que han escrito ficción y ensayo aportando su granito de arena para cambiar el rumbo de las ideas en el mundo escribiré en un artículo próximo. ¡Estén atentos!

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