Literatura y crimen, una relación con historia

El universo de la novela policíaca ha vivido numerosas transformaciones en las últimas décadas. Cuando en sus comienzos las historias se centraban en el crimen cometido y en las cualificaciones del investigador para resolverlo, en el presente importa más la naturaleza de dicho acto y de quien lo lleva a cabo, dejando los sucesos en un segundo plano. Hemos pasado de tener a la novela criminológica como favorita y a fanatizarnos con ciertos detectives inolvidables, hasta llegar a un punto en el que intentamos empatizar con el asesino, entender qué le mueve a cometer sus crímenes y a interesarnos por una mirada más profunda y casi filosófica de los acontecimientos. Lo que no ha cambiado es nuestra tendencia a disfrutar de lo macabro y a hacer de la muerte un entretenimiento.

Hoy les traigo una brevísima introducción sobre la transformación que ha vivido el género policial a lo largo de los años, e inicio así un conjunto de textos que se pasearán por las obras emblemáticas y las características más destacables de la creación policíaca.

Lo delictivo como punto de partida

Mientras que en los inicios de la novela policíaca los límites entre justos e injustos estaban bien marcados, con el correr de los años estas fronteras se han ido borroneando; porque hemos perdido esa visión extremista sobre la vida y el mundo y sabemos que existen personas todas defectuosas, la diferencia reside en los matices que aguardan en esos defectos. Hoy ya no somos delincuentes y no delincuentes, ricos y pobres, sanos y enfermos, hoy somos personas de bien que se confunden y cometen un delito, personas con vidas normales que de pronto tienen un desliz que les lleva a cometer un acto que les conduce a la guerra, amigos que se traicionan por determinadas razones y se convierten en enemigos. Las divisiones están menos claras que nunca y, sin embargo, como autores, debemos saber exactamente cuál será la transformación de nuestro personaje, porque de lo contrario no vamos a poder construir una historia bien definida.

Ahora bien. A lo largo de la historia, la literatura se ha enfrentado a los límites de las leyes y ha intentado buscar formas de narrar las situaciones sin salirse de la estructura impuesta por el contexto. Desde tiempos antiquísimos la forma en la que entendemos lo criminal ha ido cambiando, y mientras en el pasado podía residir en algo nimio, hoy se acerca a la frontera de lo morboso, donde dinero y poder ocupan un lugar fundamental. Esto ha provocado que la forma en la que se encara una creación de este género es muy diferente a la que se empleaba hace años. Porque cada vez exigimos más credibilidad a las historias.

Por todo esto, a la hora de pensar una historia de este género los autores deben definir los límites entre lo posible y lo delictivo. Pero ¿qué define que una conducta sea delictiva? Esta es la primera pregunta que cabe hacerse. Dependiendo del lugar en el que se cometa la acción puede resultar un delito o no, y lo mismo ocurrirá con sus consecuencias. La gravedad del delito no podemos determinarla nosotros, porque existen leyes, y en base a ellas se analizará el daño y la condena. Todos estos son aspectos que hoy se tienen más presentes que nunca y que emergen a través de las historias.

 

El crimen como rememoración del primero

Nuestra vida se encuentra atravesada por el crimen. De alguna forma, el asesinato resulta una rememoración del primer duelo entre humanos, Caín matando a su hermano Abel durante toda nuestra historia. Aunque aquel sólo fuera el reflejo de una naturaleza más ancestral. Al tratarse de un elemento tan crucial para nuestra historia, debía tener un espacio en la literatura. Lo tuvo en la Biblia y continúa teniéndolo en miles de novelas en las que es el crimen el ingrediente principal.

Para construirse de forma creíble, la literatura negra se apoya en los descubrimientos de campos de investigación como la criminología y la psicología, tomando de ellos ideas para construir un perfil de delincuente y víctima que sean adecuados y permitan que la historia sea aceptada por los lectores como realista.

El primer detective se cree que fue Auguste Dupin, creado por el inmenso Allan Poe. Se trata de un personaje con habilidades extraordinarias para investigar y descubrir a un cruel asesino. A partir de él se iniciaría un género en el que se destacaría la figura de un personaje principal con cualidades casi sobre humanas para desvelar la raíz de un crimen. Las historias se centrarían en él; en un ser caricaturesco que tendría que enfrentar una serie de pruebas para demostrar su valía como detective.

Pero lo sobrehumano no dura mucho y por eso, con el correr de los años, la novela policíaca fue derivando en una construcción más realista donde los detectives son patosos, en ocasiones normalitos, y lo que ocupa el foco de la historia es el criminal, sus razones para llevar a cabo el delito, y una mirada sobre la víctima menos idealista; generalmente las víctimas también tienen algo de victimarias y hay un entramado mucho más complejo que el típico hilo que divide buenos y malos, justos de injustos.

Sin lugar a dudas, el género negro está lleno de secretos y detalles interesantísimos, por lo que volveremos muy pronto sobre él, para profundizar en torno a las mejores historias de crímenes de la historia y abordaremos también el trabajo creativo del novelista de esta disciplina. ¿Se lo van a perder?

 



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