Intimidad en los diarios de Susan Sontag

El hijo de Susan Sontag, David Rieff, pese a ser consciente de que publicar los diarios de su madre es una violación a su intimidad, lo ha hecho, pues considera que ellos pueden hacer un gran aporte a literatura y complementar la obra literaria de Susan.

Rieff, leyó los más de 100 volúmenes que dejara escritos su madre y, seleccionando lo que consideró más relevante, lo publicó en tres tomos. En los diarios, publicados por Mondadori, podemos encontrarnos con todo el dolor y la ambición que formaron parte de la vida de la escritora.

 

Apego por la vida

Susan Sontag es considerada uno de los iconos intelectuales de Estados Unidos, y estos diarios sólo vienen a probar, una vez más, lo completa que era esta escritora, la inteligencia que poseía y su afán por conocer más de la vida de lo que sabía hasta el momento.

A Susan la caracterizaba un deseo profundo y un apego por la vida muy grande; durante un largo tiempo luchó contra un cáncer sanguíneo y aún pocas semanas antes a sucumbir a esta enfermedad, aseguraba que estaba convencida de que se salvaría. Desgraciadamente falleció en diciembre de 2004, cuando tenía 71 años y unas ganas de vivir lacerantes.

 

La intimidad de Susan al alcance de todos

Los diarios recogen textos escritos por Susan desde los 14 años hasta poco antes de morir y posiblemente signifiquen una violación a la intimidad de la autora, quien, dicho por su hijo, era una mujer poco proclive a la confidencia y que evitaba, sin por ello negarla, toda referencia a su homosexualidad o todo reconocimiento de su propia ambición.

A los 14 años Susan Sontag escribía confesiones muy profundas, poco propias de una adolescente. Estas páginas son una prueba del mundo interior de la autora. Es admirable con cuanta franqueza la autora habla de su sexualidad y de muchos otros aspectos de su vida, razonamientos crueles y firmes que dejan claro qué motivaba a aquella mujer a escribir.

Según Rieff, a través de estos diarios se puede llegar a entender la maestría que su madre poseía para escribir y su extraordinaria confianza en la razón de sus juicios; sin embargo, lo que más destaca es la fluctuación entre el dolor y la ambición y «su sensación de fracaso, su incapacidad para el amor e incluso para el eros. Se sentía tan incómoda con su cuerpo como tranquila con su mente».

La lucha por definirse como persona

En los diarios se puede leer algo escrito por Susan a la edad de 14 años: «Creo: a) que no hay un dios personal o vida después de la muerte; b) que lo más deseable es la libertad de ser fiel a uno mismo, c) que la única diferencia entre los seres humanos es la inteligencia; d) que el único criterio de una acción es su efecto último en la felicidad de una persona, e) que está mal privar a cualquiera de la vida («¦)».

A lo largo de las páginas Susan no escribía las incidencias de cada día, sino rasgos de su mente y en ellos es increíble cómo se percibe la apabullante necesidad que tenía la autora de construirse a si misma, paso a paso, razonándolo todo y llegando a establecer sus propias conclusiones acerca de la existencia.

Las relaciones amorosas de Susan Sontag

Susan Sontag mantuvo su primera relación sexual con una mujer a los 16 años, con Harriet, con quien la unió una extraña relación, casi masoquista, que se encuentra detallada en los diarios y que, al leerlo permite que nos acerquemos al universo oscuro y doloroso de los sentimientos de la autora.

Susang se casó a los 19 años con un profesor, pese a su condición homosexual, y escribió en su diario que se casaba con ese hombre «en plena conciencia-temor a mi voluntad de autodestrucción».

Susan conocía su mente muy bien, sin embargo parecía no ser capaz de enfrentarse a ella y de escapar de las vicisitudes a los que esta la enfrentaba; cuando su matrimonio fracasó, se reencontró con Harriet, que podría considerarse un gran amor de su vida o la más retorcida de las obsesiones, pero no es esa relación la que la salva del dolor, sino que la lleva a sentirse más compungida a nivel emocional; pese a todo, nada empaña su afán intelectual, y continúa creciendo y escribiendo vorazmente.

Una Susan frontal, hábil y llena de pasiones

En los textos de Susan pueden leerse expresiones muy frontales, algunas tristes, otras crueles, otras incoherentes. Por ejemplo, a los 25 años, estaba convencida de que amar duele y escribía que amar es entregarse a que te vacíen por dentro a sabiendas de que llegará el momento en que esa otra persona se marchará con tu piel. Y también escribe que «No debería intentar hacer el amor cuando estoy cansada. Siempre debería saber cuándo estoy cansada, pero no lo sé, me miento a mí misma. Aún no conozco mis verdaderos sentimientos(¿Todavía!)».

Susan quería la transformación absoluta, no le interesaban las cosas a medias, deseaba que el encuentro con una persona, o una obra de arte lo cambiara todo y la búsqueda de este fin la motivaba a ilusionarse con cada acontecimiento nuevo que surgía en su vida.

Para Susan su diario es su refugio, allí puede ser clara sin importar nada, posiblemente ignorando que siete años después de su muerte el mundo entero conocería sus más profundos secretos.

En una de las páginas escribe que un día mirando a Greta Garbo quiso ser ella, estuvo estudiándola, asimilándola, aprendiendo cada uno de sus gestos y hasta pudo sentir lo que ella sentía; pero luego, comenzó a desearla, a pensar en ella de manera sexual, a desear poseerla » El anhelo siguió a la admiración: a medida que mi visión de ella llegaba a su fin. ¿La secuencia de mi homosexualidad?». Es esta una de sus confesiones que a través de estas memorias nos permiten conocer más facetas de Susan y continuar admirándola por su talento y por su compromiso con la vida y con el mundo.



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